Nicaragua

Madre, que dar pudiste de tu vientre pequeño

tantas rubias bellezas y tropical tesoro,

tanto lago de azures, tanta rosa de oro,

tanta paloma dulce, tanto tigre zahareño.



Yo te ofrezco el acero en que forjé mi empeño,

la caja de armonía que guarda mi tesoro,

la peaña de diamantes del ídolo que adoro

y te ofrezco mi esfuerzo, y mi nombre y mi sueño.


Rubén Darío (1889).



Anidando en el porche

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jueves, 5 de marzo de 2009

Jardín de la paz con flores nacionales, en Argentina

Doraldina Zeledón Úbeda
END - 20:14 - 06/03/2009

Aprovechando mi viaje a Argentina, a un congreso de Acústica, visité la La Plata. “Es una ciudad planificada antes de ser habitada”, dijo mi amiga Norma, que hacía de guía. “En la historia urbanística del mundo, La Plata representa uno de los pocos ejemplos en el cual la ciudad se anticipa al ciudadano”, según el Libro Guía La Plata. El diseño incluyó plazas, parques, paseos, edificios, calles muy aireadas, con avenidas transversales; espacios culturales, etc. Un parque cada 6 cuadras. Muchas áreas verdes, leía que hay 12 metros cuadrados de verde por cada habitante.

Además de muchas otras cosas, me gustó el Teatro Argentino, que dispone de la tecnología del aro magnético para que las personas con deficiencia auditiva y que usan audífonos, puedan escuchar mejor. Esto requiere un artículo aparte.

Me impactó el Museo de Ciencias Naturales, con una colección increíble. Pude observar esqueletos enormes de animales terrestres y acuáticos. Es un lugar para observarlo durante días, no unas cuantas horas. Un invaluable centro de investigación, donde muchos estudiantes escudriñaban los ejemplares.Al salir del Museo, en frente, divisé varias banderas. Vamos, dijo mi amiga, “es el Jardín de la Paz, te va a gustar”.

Es un jardín conformado por las flores nacionales de cada país con representación diplomática en Argentina. Junto a la planta, hay una placa con el nombre del país, de la flor y su imagen. Al lado, la bandera nacional respectiva. Es un semicírculo, como dejando abierta la entrada a otras flores. Un bonito llamado a la paz, donde las flores y las banderas confraternizan en una ciudad que es un gran jardín. Un grandioso jardín, que también podría abrazar el canto de las aves nacionales.

Me acerqué emocionada y busqué la bandera de mi país. Cuando la identifiqué, me dirigí hacia ella. Me llamó la atención la placa, en la que se leía: “Nicaragua, caña de ámbar”. Ésta no es la flor nacional, dije. Y pensé que podría ser la misma flor, que cambia de nombre; sin embargo, la imagen no era la del sacuanjoche. Luego vi la plantita, y aunque estaba sin flores, se ve, aún de lejos, que no es sacuanjoche. Continué el recorrido, y muy cerca, vi otra placa: Cuba: caña de ámbar.
Cuando regresé, comencé a investigar, pues pensé que a lo mejor antes hubo otra flor nacional, ya que el Jardín de la Paz se inauguró en 1936, mientras que el sacuanjoche es nuestra flor desde 1971. Y cuando se inauguró muchos países no tenían su flor definida, por lo que varios la escogieron en ese entonces, y quizás después la cambiaron. Sin embargo, si así fuera, haría falta actualizarlo.

En mis indagaciones encontré fotos de la caña de ámbar, que me recordaron el perfumado heliotropo que “la Chema” nos llevaba cuando iba al río, en San Rafael del Norte. Entonces, busqué si el heliotropo era la misma caña de ámbar. Encontré que tienen el mismo nombre científico: “Hedychium coronarium de la familia de las Zingiberáceas, comúnmente conocida en los pueblos americanos con el nombre vulgar de Caña de Ámbar y que en cubano criollo todo el mundo especifica con el cadencioso de Mariposa”, leí en uno de mis hallazgos. Pero la caña de ámbar no es nuestra flor nacional, sino el sacuanjoche, que hay de varios colores: rosado, amarillo, blanco..



El Jardín de la Paz no sólo es digno de admirar, sino de apoyar. Y hasta de imitar. Las banderas, las placas, las plantitas, me parece que podrían ser facilitados por cada embajada. Sería bueno una mayor atención de parte de los cuerpos diplomáticos sobre lo que se publica en los lugares donde ejercen su función. En este caso, la embajada de Nicaragua en Argentina debería estar al tanto de lo que se dice y hace sobre lo nuestro. Y no sólo eso, sino muestras de agradecimiento y un poco de acercamiento. En este mismo país recuerdo el Museo Ecológico Rubén Darío, en la isla Martín García, donde cada día se les habla a los visitantes sobre nuestro poeta; también hay una escuela que lleva su nombre.

El Jardín de la Paz fue iniciativa del ingeniero agrónomo Alberto V Oitavén. El día de la inauguración “la concurrencia de público fue enorme, se hallaban altas autoridades nacionales, provinciales y municipales. Los participantes llevaban sobre su pecho la flor de su patria. Durante la realización del acto se tocó música y canciones de los 52 países” (http://www.laplatamagica.com.ar/).

Definitivamente el Jardín de la Paz es un sitio especial, que forma parte de una escala de jardines: inmerso en el Paseo del Bosque, que a su vez está dentro de la ciudad jardín que es La Plata. Un lugar propicio como para que los capullos de la paz se abran al mundo, en un ambiente realmente en armonía con la Naturaleza. Y también, para conocer algo sobre los diferentes países: la flor nacional, la bandera y su música; además, puede ser un lugar de encuentro para las personas de diferentes nacionalidades, como el día de su inauguración.

Y por si falta algo, su gente me pareció muy agradable, quizás para armonizar con la arquitectura de su ciudad, por la que, se trasluce, sienten un gran orgullo.

doraldinazu@gmail.com