Nicaragua

Madre, que dar pudiste de tu vientre pequeño

tantas rubias bellezas y tropical tesoro,

tanto lago de azures, tanta rosa de oro,

tanta paloma dulce, tanto tigre zahareño.



Yo te ofrezco el acero en que forjé mi empeño,

la caja de armonía que guarda mi tesoro,

la peaña de diamantes del ídolo que adoro

y te ofrezco mi esfuerzo, y mi nombre y mi sueño.


Rubén Darío (1889).



Anidando en el porche

Anidando en el porche
dzu2012

jueves, 7 de marzo de 2013

Gracias por darme vida y salud



http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/279742-gracias-darme-vida-salud

Doraldina Zeledón Úbeda

¿Ya tiraste la toalla? me preguntó un lector. Más bien, estuve envuelta en la toalla. Y escribí poco. Hace un año me llevé un gran susto. Mi salud “se descompensó”. Quizás fue el círculo vicioso enfermedad-estrés-miedo.

Estaba empacando libros. Ya andaba mal y esperaba respuestas del “Seguro”. Poco a poco fue un dolor intenso; mi amiga Martha terminó la tarea. Después me acompañó al hospital, “aunque vaya tu familia, yo iré”, me dijo. Fue un ángel.

Ya otra amiga me había recomendado a una doctora. Fui. Me escuchó, me creyó y me ayudó. A cambio de casi nada. Me operó el 2 de marzo. El primero fue de estrés al por mayor. Fui a reposar a Estelí. Pasé ocho días con el alma en un hilo, esperando los resultados de la biopsia. ¡Qué días y noches más tristes! Quería amarrarme el cerebro para no pensar. O dormir los ocho días seguidos.

No llamé cuando me indicó. No tenía fuerzas, y sí temor. Era el día de la mujer. Pensé cuántas estarían en igual o peor situación. Llamé al día siguiente. “¡Felicidades!, todo salió bien”, me dijo la Doctora Mejía. “No siempre las noticias son buenas. A veces es duro, para la paciente, para la familia y para mí; pero usted salió bien.”  Sentí como si fuera una plantita marchita que se levanta con el agua fresca: eso era su voz por el teléfono.

Cuando regresaba para quitarme las puntadas, había un tranque en Sébaco. La gente estaba nerviosa y todos los celulares sonaban. Era un ruido necesario. Supe que unos iban enfermos; otros, a lugares retirados. Y no hubo pasada. Yo sentía más dolor por el viaje, pero sin proponérmelo, comencé a valorar lo que miraba, incluido el tranque.

Como siempre, llevaba un libro. No leí. Me dediqué a contemplar lo que pasaba por mi vista. Miré lo que nunca había visto, a pesar de tantos años viajando por ahí. Era marzo, los campos están secos, pero yo sabía que pronto estarían verdes. Observaba los animales, los árboles, las casas, los vendedores asoleados y quizás con más problemas. Comencé a dar gracias por todo lo que iba viendo, conociendo y re-conociendo. Por la vida y la salud. Y todo lo que tengo. ¡Qué bondadosa y sabia es la naturaleza, cómo todo renace y las heridas sanan! ¿Por qué temía? Y, a pesar del dolorcito, sentía una gran felicidad, tanto por lo que miraba, como por el hecho mismo de poder verlo. ¿Por qué me preocupé si no soy yo quien organiza mi agenda?

Es terrible pensar que te podés morir. Algún día sucederá, pero siempre queremos posponer ese viaje. Si tenía miedo y sufría al pensarlo, qué duro será para quienes están peor. Y pensé, no cuesta nada pedir también por ellos. Es un gesto humano, como dar gracias por el aire, por el agua, el sol, una sonrisa o la ciencia. Por todo lo que da vida y desvanece el dolor. Es sentir que los demás también sienten.   

Un día dije: “no sabía que podía rezar con tanto fervor, de todas las oraciones de mi abuelita Teófila me acordé; eso y las novenas de mi Mamá me ayudaron”. Y me respondió una amiga, yo también recé. Y sí, sé que elevaron sus oraciones. Y los no creyentes me enviaron sus energías y su cariño.

Gracias a mis amistades, a mi familia, a los vecinos que estuvieron pendientes. Gracias por las oraciones, las visitas, los libros, los power point, la música, correos y llamadas. ¡Y qué mensajes, qué sabiduría, qué libros!  

Gracias a los médicos y enfermeras. A la doctora María Delma Mejía, que debería llamarse María Angelina. Al Hospital Vivian Pellas; a mi hermana Osdalia por su tiempo y paciencia para curarme. A mi sobrino Harley que con sus pláticas me hizo menos pesados los días de espera.

Gracias al universo por todo lo que nos da. Gracias al Dios de mis padres. Y a ellos que me enseñaron a creer y a valorar la vida. Cualquier vida. Agradezco a todos y todas, y aunque no los mencione aquí, no se  borrarán ni de mi mente ni de mi corazón.  

doraldinazu@gmail.com



miércoles, 27 de febrero de 2013

Antenas: a falta de certeza, precaución

27 de febrero de 2013

Managua, Nicaragua | elnuevodiario.com.ni

Doraldina Zeledón Úbeda | Opinión

Es indiscutible la importancia de las tecnologías de la comunicación. Y es maravilloso que mediante un pequeño dispositivo podamos comunicarnos y vernos; estudiar y trabajar sin importar las distancias.

Pero estas tecnologías puede que por un lado ayuden y por otro estén afectando negativamente, si no se prevén sus efectos en la salud, o si no se cumple con los requisitos de instalación. O lo que es peor, si no contamos con regulación legal.

Según nota de un diario nacional, el director de Telcor considera que no será necesario retirar las antenas para celulares de las áreas urbanas porque “la Organización Mundial de la Salud establece que la antena y la torre no es dañina”. ¿Y las radiaciones que emiten serán inofensivas?

La Organización Mundial de la Salud dice que no hay evidencia científica de que afecten, pero continúan las investigaciones porque tampoco hay pruebas de que no afecten, y recomienda se aplique el principio de precaución, reconocido mundialmente y recogido en las leyes: “Cuando haya peligro de daño grave e irreversible, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces en función de los costos para impedir la degradación del medio ambiente” (Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, 1992).

Y algunas investigaciones ya aseguran que sí afectan. Entonces, ¿faltan evidencias, se desconocen o se esconden? ¿No conviene divulgarlas como pasó con los efectos del tabaco? ¿O por presiones económicas? Y si no causa daños ¿por qué en otros países tienen leyes estrictas?

Si la solución es que todas las empresas de telefonía estén en la misma antena, ¿no disminuiría la potencia de transmisión de datos?, ¿no aumentarán las radiaciones electromagnéticas? La salud y el medioambiente deberían estar por encima de los costos económicos.

Los políticos deberían acercarse a los científicos, más que a los empresarios, que por conveniencia dicen que las antenas no afectan. Y los funcionarios públicos, ¿responden a los intereses de la población o de las empresas? Hay bastante literatura como para aprobar leyes duraderas y evitar que se cambien al día siguiente. ¿O vamos a esperar ver qué pasa? No podemos esperar. Las leyes son para prevenir.

Esta tecnología avanza con gran rapidez, mientras la legislación permanece en intenciones. ¿Podremos detener las posibles consecuencias a corto y largo plazo? A finales del 2012 instalaron una antena a 70 metros del hospital dermatológico, cuando se debería evitar que estén cerca de centros infantiles y de salud. Está en un pequeño patio y entre viviendas. La gente de los alrededores sólo se quedaba viendo el gigante que se enseñoreaba en el espacio aéreo y terrestre.

La población tiene derecho a saber no sólo sobre los posibles efectos, sino sobre la instalación. Conocer el área de influencia. Incluso, debería ser informada antes de instalarse. Tenemos derecho a la salud, a vivir en una casa digna, segura, en un ambiente saludable; pero algunas personas tienen miedo que, en una ciudad tan sísmica como Managua, la antena les caiga encima. Eso estresa, y el estrés enferma.

Además, las antenas devalúan las propiedades. Nadie va a querer una casa amenazada por semejante monstruo metálico. A esto se agregan los efectos antiestéticos, la afectación al paisaje visual. Si don Quijote de la Mancha viniera por estos lugares, no le daría tiempo otra vida para enmendar tantos entuertos y librar batallas, no contra los molinos de viento, sino contra estos gigantes urbanos.

¿Viviremos sano, bonito y seguro con tanta armazón aérea? ¿O son la estructura para un bosque urbano de exuberantes árboles de Navidad? ¿Al director de Telcor le gustaría tener uno de estos en su patio? Hay que armonizar desarrollo tecnológico con desarrollo humano.

doraldinazu@gmail.com

lunes, 25 de febrero de 2013

Regulación de altoparlantes

25 de febrero de 2013

Managua, Nicaragua | elnuevodiario.com.ni
http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/278636-regulacion-de-altoparlantes

Doraldina Zeledón Úbeda | Opinión

En varias ciudades existe el perifoneo, “baratas”, altoparlantes o publicidad móvil. A toda hora. A todo volumen. Y a veces con grabaciones nada agradables. De Granada y León me han comentado que es tremenda, igual en Managua, y también en Estelí. Inclusive, me han dicho que algunas “caponeras” ya tienen sus bocinas. Y hasta las bicicletas y carretones con tienditas móviles.

Y no es sólo la publicidad ambulante, también los altoparlantes fijos que instalan las tiendas y los organizadores de ferias. Pasar por esos locales es un atentado contra la salud. Es el caso de una fotocopiadora de Estelí, que no tiene necesidad de hacerse publicidad porque es conocida de sobra. O la empresa Claro que hace temblar el parque-mercado.

A propósito, el miércoles estuve en el centro comercial de Linda Vista, en Managua, me dio mucho gusto ver despejados los pasillos y que habían barrido los parlantes. El gallo rectangular y gigante, que no canta en la madrugada sino que grita a toda hora, sonaba decente al interior de su tienda. Y las promociones que el supermercado ofrecía afuera, estaban limpias de ruido. ¡Qué alegría sentí! Como vemos, es sencillo. Sólo basta la voluntad, no se necesitan escobas, ni camiones, ni palas ni dinero ni brigadas para barrer los altos decibeles.

El perifoneo hace una labor social, especialmente cuando se emiten mensajes de duelo o sobre eventos, como campañas de salud. Sin embargo, a veces madrugan y anochecen con sus anuncios, cuando la población quiere descansar. Un día hice un comentario, y alguien me contestó que para eso pagan. Una cosa es que paguen por el permiso y otra que abusen.

Desconozco si existe alguna disposición actual, pero como el ruido es ruido, independientemente de la fuente que lo emita, se pueden aplicar artículos de diferentes leyes.

Lo que encontramos fue la Ley 142 publicada en La Gaceta 139 del 28 de junio de 1948, y reformado por el Decreto 1341 publicado en La Gaceta 156 del 13 de julio de 1967. Norma los horarios de la publicidad ambulante y prohíbe los altoparlantes fijos frente a los establecimientos. Copio dos artículos:

“Arto.1-Queda terminantemente prohibido el uso que algunas personas o empresas acostumbran para su negocio particular o como propaganda para negocios ajenos, estacionar alto-parlantes o magna voces frente a sus establecimientos o casas de habitación.”

”Arto. 2-Queda asimismo prohibido a los alta voces ambulantes estacionar funcionando, ni por un momento, en ninguna parte del radio de la población.

Estos aparatos solamente podrán funcionar en las calles de la ciudad, dos veces al día, así: de las 8 a las 11 de la mañana, y de las 3 a las 6 de la tarde”.

Puede leer el documento completo en mi blog “Construyendo paz sonora” o en el sitio web “Ruido, un problema en Nicaragua”, que organiza y mantiene la alemana Gunthild Jochims, incansable compañera en esta causa.

Es necesario definir también el nivel sonoro, lugares que no deben ser afectados, como centros escolares, hospitales, centros infantiles, hogares de la tercera edad. Y el contenido del mensaje, pues a veces sale uno que otro fuera de tono. Lo mismo que establecer el uso de protectores auditivos para los conductores. Y los requisitos e institución competente para otorgar el permiso y controlar su cumplimiento.

No es indispensable una ley, una ordenanza puede agilizar la regulación; pero como se ha dicho infinidad de veces, de nada sirven más leyes si no se cumplen, con lo que tenemos ya podemos vivir sin ruidos, y contribuir así a vivir sano, agradable y seguro.

viernes, 22 de febrero de 2013

Vivir bien, bonito, no barato y con ruidos

12 de febrero de 2013

Managua, Nicaragua | elnuevodiario.com.ni
http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/277252

Onofre Guevara López | Opinión

Mientras empezaba a escribir, expuesto al ruido de fogosos ritos, dizque religiosos de un “tabernáculo” vecino, recordé un artículo de doña Doraldina Zeledón (END, 26/1/13). Ella es Quijote en lucha contra los ruidos. No escribo Quijota, porque esa no existió para Cervantes (menos con @ que tampoco existe en el alfabeto).
 
Con semejantes ruidos, imposible “vivir bonito” aunque lo ordenen desde el califato de El Carmen. No pido un sonoro aplauso para premiar la cruzada de doña Doraldina, sino un minuto de silencio, aunque esté tan viva como la frase insignia del insigne don Benito (que no repito por lo manida que la tienen quienes no respetan el derecho ajeno ni aman la paz).

Ella ha escrito sobre las leyes que hacen referencia al delito y a las penas que merecen los productores de ruidos ofensivos contra la salud y el bienestar humanos. Aunque, entre esas leyes, no hay ninguna específica contra el ruido.

Pero de nada valdría que existiera esa ley, porque correría la suerte de todas las leyes en este califato. Moriría por el silencio de las autoridades ante el ruido. Por eso, ella aconseja que “…con ley o sin ley, busquemos cómo restituir nuestro derecho a la salud y a la tranquilidad: no hagamos ruido. Es sencillo. Y es señal de educación y consideración”.

Pero no es sencillo, sino imposible como “vivir bonito” por decreto. Ni que el decreto agregara: vivir bien, bonito y barato. Y eso, también es imposible.

Reinciden desde los dueños de motos sin escapes, hasta quienes dicen alabar a Dios, practicando su fe con tremendos ruidos. En ese momento, ni Dios tiene piedad de sus víctimas.
En el Código Penal hay artículos “que pueden aplicarse y reclamar como delito” (…) “la alteración en la salud y cualquier otro daño a la integridad física o psíquica de las personas, siempre que sean producidos por causa externa”, dice doña Doraldina, pero fuera del texto no vale. (Si no, que les pregunten a quienes viven bonito violando el Artículo 147 constitucional). Causas externas de esos daños están en varias “iglesias”. Existen excepciones: unas son menos ruidosas que los actos de los CPC, pronto “gabinetes de la familia”. (*)

Las autoridades no atienden las quejas, tal vez porque esas “iglesias”, estando en las comunidades, no las consideran “causas externas” del ruido. ¿O será que las autoridades no actúan conforme las leyes, porque son sus feligresas?

Como víctima y quejoso burlado, pienso que las autoridades del Medioambiente municipal no actúan contra el ruido celestial, porque quizás entre ellas hay “pastores” o socios de alguno. Hasta policías hay entre los feligreses ruidosos.

Doña Doraldina, en su artículo: “No existe ley del ruido”, menciona dos leyes, un título, siete artículos y un inciso en los cuales hay referencias al ruido, a sus daños, prohibiciones y penas. Pero siendo que la solución es sencillo, no haciendo ruido, ¿por qué gente de sagrada profesión de fe no deja “vivir bonito” sin ruidos?

¿Será cuestión de intereses, dado que pastores sin feligreses fanatizados con sus ruidosas “oraciones” no conseguirían “diezmos y primicias” (más financiamiento externo)? ¿Será que hay autoridades complacientes con ellos, porque representan sus creencias? Lo confirmado es que a los creyentes fanatizados les parece que con los ruidos de cantos y alabanzas llegan a Dios más rápido en busca de llenar sus elementales necesidades espirituales.

Y como entre quienes nos enseñarán a vivir “bien, bonito”, pero no barato, están los pastores, confieso que solo serán admitidos en mi casa, hasta cuando dejen de hacer ruidos. Es decir, nunca.

Y entre tanto, ¿qué hacemos sus víctimas? ¿Dejar sola a doña Doraldina… y seguir viviendo feo bajo los ruidos?

(*) Gabinete: lugar acondicionado con lo necesario para una determinada profesión; conjunto de ministros del gobierno. Gabinete de familia: conjunto de activistas del gobierno para el control de la gente que no vive en mansiones; es decir, el pueblo.

jueves, 7 de febrero de 2013

Managua es bonita

 Doraldina Zeledón Úbeda


Managua es bella por naturaleza. Cierto, está desordenada, sucia y ruidosa. Pero esos  son atributos transitorios. Está así ahora, no es que así sea. Es como una niña despeinada y sucia,  si la vemos detenidamente, iremos descubriendo los rasgos que la hacen bonita. Y a medida que se arregle, se verá muy linda. Eso pasa con Managua.

Desde que la conocí me gustó. Mi papá venía a hospitalizar a mi hermano Raúl. Y nos decía el nombre de los lugares por donde pasábamos. Cuando llegábamos a Managua, nos dijo: ése es el lago. Yo saqué la cabeza por la ventana. Mi pobre hermano venía calladito. Me impresionó ver semejante cantidad de agua.

Años más tarde vine a estudiar, y como nos sucede con frecuencia, me quedé trabajando aquí. Comencé a conocerla, me gustaban los parques y las lagunas; incluso, a veces íbamos a resolver tareas de la universidad, a Xiloá. Cumplíamos y nos divertíamos. Pero como también pasa, sólo aprovechamos las oportunidades y  hacemos poco o nada a cambio de la posada.

El año pasado me propuse redescubrir sus bellezas. Quise disfrutarla, para eso tenía que verla con otros ojos. Me dije: no le hagás caso a la basura ni al ruido, ahora vas a ver lo que hay más allá. Me dispuse a admirar cada elemento, natural y cultural. A disfrutar de los árboles, las aves y  la amabilidad de las personas; pues aunque parezcan indiferentes a primera vista, si nos acercamos, descubriremos que sus habitantes son amables. Así me pasó con un joven, cerca del cementerio San Pedro. Era un muchacho del vecindario. Yo sentí confianza. Conversamos mientras caminábamos. Me contó sobre el barrio Bóer y el camposanto.  

Cada vez aprovecho una salida para admirar el entorno de mi gira. Así, un día que iba para el Teatro, como ya no estaba la exposición de pintura, fui al parque central. Está bien cuidado. Me senté. Escuché los pájaros y pensé en Rubén Darío. Observé las plantas y al manso lobo de Francisco de Asís. Conversé con un lustrador. Me mencionó  las aves y árboles que hay (yo pensaba: hace falta rotularlos con sus nombres científicos y regionales). Me gustó que hubiese carteles contando nuestra historia. ¿Qué tal si escucháramos la viva voz de los protagonistas? Bueno, tal vez sea mejor en un museo.

Luego fui hacia el malecón. Siempre me impresiona el lago. Si lo veo mil veces, mil veces lo admiro. Me gustan las crestas suaves de las olas, parecen cabellos ondulados. ¿Serán la cabellera de Managua? Desde ahí divisé el puerto Salvador Allende. Ya lo habíamos visitado otras veces. Está bonito y acogedor. Se puede conversar sin la molestia de ruidos, mientras se disfrutan las pinceladas anaranjadas del atardecer.   

Otro día recorrí el Parque Luis Alfonso Velásquez. Me imaginé uno así en cada ciudad. También anduve por el Parque Japonés, me gustó la tranquilidad, parece poco visitado. Quizás fue el momento en que llegué.

Anduve por Asososca. Qué bondadosa es la naturaleza y qué privilegiada es Managua, otra laguna que le da belleza y además le calma la sed. Y con frecuencia paso por Tiscapa. ¡Una laguna en el propio centro de la ciudad! Y arriba, un mirador natural. Mientras pasaban los vehículos, imaginé una calle peatonal, un paseo bajo frondosos árboles, sin ruido de autos; sólo voces, risas y cantos de aves. Es un lugar para gozar de la naturaleza y apreciar nuestra capital.

Cuando íbamos a ver los altares de la Purísima, admiré las casitas coloridas de los  sobrevivientes del Nemagón. Ya se acabaron las champas de plásticos negros. Qué alegría ver también obras sociales.

Me faltan lugares que admirar. Invito a que lo haga usted también. Pero para disfrutar de Managua, hay que aprender a quererla y cuidarla. Creo que deberíamos “amarla a la antigua”: “cantarle canciones, escribirle poesías, llenarla de rosas”. 

doraldinazu@gmail.com