Nicaragua

Madre, que dar pudiste de tu vientre pequeño

tantas rubias bellezas y tropical tesoro,

tanto lago de azures, tanta rosa de oro,

tanta paloma dulce, tanto tigre zahareño.



Yo te ofrezco el acero en que forjé mi empeño,

la caja de armonía que guarda mi tesoro,

la peaña de diamantes del ídolo que adoro

y te ofrezco mi esfuerzo, y mi nombre y mi sueño.


Rubén Darío (1889).



Anidando en el porche

Anidando en el porche
dzu2012

martes, 20 de diciembre de 2011

Itinerario por el nuevo Museo de Sandino

Doraldina Zeledón Úbeda
doraldinazu@gmail.com

Dicen que el tiempo no existe. Y a veces la distancia desaparece. Sería por eso que un día de estos, desde mi todavía posada en Managua, vi a Sandino caminando por las aceras de San Rafael del Norte. “Un indito chiquito, bien vestido”, con botas y chaqueta, que inclinaba la cabeza para que el viento no le quitara el sombrero. Y luego bajaba al pueblo por un cerrito. Lo seguía un surco de hombres. Se sentía un olor a pinos y a guayabas. Yo andaba como perdida. Me encontré con un pueblo fuera de lo común, con una actividad tal, que hacía de la ciudad un centro cultural.

¿Es que ya reconstruyeron el Museo de Sandino? ¿No sería mejor una escuela? Bueno, un museo sobre el General de Hombres Libres podría constituirse en una escuela. Porque el que visité mañana, no sólo exhibe fotos, recortes de periódicos y unas cuantas cosas. Aunque eso ya es bastante, también hay pinturas de lugares testigos de la lucha. Y se escuchan canciones: si Adelita se fuera con otro… Es el disco de Carlos Mejía. Además, sonaba el tecleteo de los telégrafos. Pude ver un video del cerro El Chipote y un avión gringo que bombardeaba la ciudad de Ocotal. Desde el balcón observé cómo Sandino subía la loma de Tiscapa. En ese momento una bandada de palomas blancas me tapó la vista. Y la laguna se puso roja.

“¡Qué se rinda tu madre!” Era el muchacho de Estelí que participaba en un festival de poesía. “No quiero que vuelva la sangre a empapar el pan, los frijoles, la música”, decía una voz pausada que venía desde los Andes. Había un montón de poetas jóvenes y viejos; nicas y de todos lados. Muchas mujeres. Dicen que llegaron hasta los que se han reencarnado. Puede ser, porque como les dije, el tiempo no existe y yo no los conozco. Igual pasó con la inauguración de los murales.

La casa museo era un hervidero de gente: talleres de teatro, pintura, de mazurcas, visitas, seminarios de historia; computadoras que, como los telégrafos, se comunicaban con el mundo. Había una biblioteca a la que entraban y entraban sin parar. Inclusive, estuve hojeando un libro de cooperativismo. Y admiré un gran afiche sobre los derechos de la mujer. En el patio, Sandino daba orientaciones para esculpir una estatua de mármol: “con rasgos de belleza varonil y altiva”. Es la estatua de Rufo Marín, le oí decir a Carlos Fonseca. Al fondo, que es dos pisos, hay un taller del que salen sombreros, muñecos de zacate, muñecas de ojos claros. ¡Pero qué fina artesanía!

Y de repente, un viejo alcalde de mi niñez decía: “yo no soy sandinista, esos bandoleros que hagan lo que quieran. Yo no me opongo, porque al fin le ayudan al pueblo. Y si quieren reconstruir el Museo y revivir a Sandino, que lo hagan, así se van a quitar el frío buscando qué hacer. Y a lo mejor hasta generan unos cuantos empleos, que tanta falta hacen”.

Luego me fui a la plaza del pueblo. Pero no había plaza. Me sentí confundida. Cerré los ojos, vi para todos lados, di mil vueltas. Los abrí y vi el parque. ¡Me encontré con tanta gente! Llegaron atraídos por el nuevo museo. Lidia, una compañera de primaria, me dijo: ya viste, se derrumbó, pero ahora es mejor. Es que el gobierno y la gente apoyan. Fijáte que todo ha cambiado, los caseríos no son los mismos. Entonces, queremos tener escritos, grabaciones, fotos, pinturas, y todo lo que se pueda. Necesitamos hacer investigaciones. Y una recopilación de coplas porque es cierto que se han publicado algunas, pero hay varias versiones. Y grabar lo que cuentan los viejitos. Si vieras cuántas historias todavía no se conocen, me dijo. Queremos difundirlas. En obras de teatro, documentales, murales. Es todo un desafío.

Aurora, una amiga profesora universitaria, con la autoridad que le da su experiencia afirma: es el mejor museo de Centroamérica. Estoy impresionada. Es una escuela de historia, artes, humanidades. Enseña desde la realidad actual y el pasado que vive. Un lugar perfecto para interpretar los hechos, la necesidad de la paz, la importancia de la libertad y la autodeterminación, desde todos los ámbitos. Además, es un muy bonito. Regresaré con los estudiantes.

Sí, le respondí antes de retirarme (porque el frío del anochecer me cerraba la nariz mientras en Managua las gotas de sudor me interrumpían el hilo del sueño). Sí, repetí. Este museo es único. Y con él, San Rafael del Norte, que desde diferentes ángulos tiene mucha energía, será una “Ciudad Luz” en la “Patria Luz” de Sandino.

Mientras sonaban unos disparos lejanos, en la Asamblea Nacional los diputados engavetaban la ley que protegería a las mujeres. Y un poco nerviosos, decidieron renunciar a sus salarios y a sus Extras, para apoyar la construcción del Museo. Algunos mocionaron que quedara escrito que sólo era por un mes. No importa, algún día será de día, y seremos mayoría parlamentaria, comentamos antes de despedirnos.

¡Ah! ¡Esperen! Es que se me olvidó contarles algo desde el comienzo. Pero si el tiempo no existe, no importa el orden. Ahora se los digo: en mi viaje sin tiempo ni preocupaciones también pude escuchar a un sabio profesor (que descansa en paz bajo un ciprés). Es una anécdota que me dejó helada, y no por el frío. No les digo su nombre, porque quién sabe si le guste que lo mencione; pero que conste, no era sandinista. O más bien, no militaba en el partido. Escuchen bien lo que me contó: “…y cuando unos de sus soldados violaron a dos mujeres del pueblo, en cuanto él lo supo, los mandó a fusilar. ¡Aaah… es que Sandino era chiquito, pero muy estricto!”

sábado, 3 de diciembre de 2011

El Museo de Sandino: ¡lo dejamos caer!

Doraldina Zeledón Úbeda

Me impactó la noticia de El Nuevo Diario. El Museo del General Sandino se desplomó. Ya lo esperaba, pues desde hace años que se vienen desmoronando, sin que nadie haga nada. Conocí la casa-telégrafos cuando pequeña. Luego, cuando visito la ciudad, lo he visto esfumarse poco a poco, incluyendo las reliquias históricas.

Comparto este artículo publicado hace más de diez años, y que sigue siendo actual. Parece que el olvido es parte de la historia del Museo.

Itinerario de un viaje al Museo del General Sandino
Joya histórica en abandono
Hay muchos motivos para visitar San Rafael del Norte, la mayoría va por el Museo al General Sandino, o conocer la iglesia. (Ahora también para pedir milagros al Padre Odorico). Yo fui por eso y más: visitar familiares.

Al entrar a la ciudad, lo primero que vino a mi mente y a mi vista, fueron mis muertos, pues si los recuerdos nos fallan, el cementerio, que está a la entrada, nos recuerda nuestro origen y nuestro fin.

Me quedé en San Rafael, donde mi querida tía Angelina. Ahí pasé la noche, y poco a poco vinieron los recuerdos: mis maestras y maestros, mis compañeros y compañeras de primaria, mi escuelita querida; las brisas y vientos de noviembre a enero, el frío, las charcas en la plaza, donde hoy es un bonito parque. Los pinos del Cerro del Panal... que siempre los recuerdo, como Rubén Darío, "Oh pinos del Norte sois bellos también". Me pareció que el tiempo había retrocedido.

Realmente la ciudad está muy cambiada, está bonita y limpia. Así la vi, y así quiero sentirla. Llegar a ella, ya no es una odisea: toda la carretera está pavimentada, y las dos horas o más para llegar desde Jinotega, ahora se convirtieron en unos veinticinco minutos. El adelanto ha llegado.

Pero además de los recuerdos y de la carretera, comprobé que vivimos en la aldea global: los pinos estaban solos, uno por aquí y otro por allá, se veían de lejos los pocos que quedan. Y en la iglesia, me sorprendieron los niños: igual que en los semáforos de Managua... La única diferencia es que estos niños eran blancos y andaban limpios...La globalización de la pobreza no puede quedarse fuera de la civilización y el desarrollo...

La historia viva se está destruyendo

Al día siguiente visité el Museo del General Sandino, la vieja casa donde estaban los telégrafos y teléfonos. La misma que sirvió de cuartel al General Sandino, la casa de la familia de Blanca Aráuz, "la telegrafista de San Rafael". Al entrar, recordé las anécdotas y versos que nos contaba mi padre: " A cinco centavos les vendo cabezas de americanos..." Pero al dar el primer vistazo, pensé en lo que sucede siempre: a pesar de ser el General Sandino un héroe nacional, y latinoamericano, como dijo Gabriela Mistral, los gobiernos han abandonado el Museo, están dejando perder la historia, que con el polvo y la humedad, y el desgaste lógico por las vistas, se ha deteriorado; desde que una entra se puede sentir que realmente "estamos en el aire", como nos dijo el profesor José Jesús, encargado del museo. Las vigas que sostienen el piso de madera, se han podrido, las tablas están como hamacas, en cualquier momento, con el paso más suave o con el peso más leve, se quebrarán.

Pero no es sólo el piso de tambo, es toda la casa, es la historia que nos cuenta la casa, la que se está perdiendo. Y no es sólo la casa histórica, también se han perdido o se han ido a otro sitio, las cosas que ahí había, que ahí deberían estar. Porque no es lo mismo ver una fotografía original y que el guía nos diga: "esta foto se tomó ahí, en la plaza, donde ahora está el parque, o esta máquina era la que usaba Blanca Aráuz." y poder ubicar el objeto en su lugar natural, que ir a verlo lejos, en otro museo, descontextualizado. Así, el visitante podría ver los objetos y leer la historia en su propio lugar, porque como dijo Pablo Neruda: se escribía la historia "en las paredes interminables de la noche".

De lo que fueron los telégrafos y correos, sólo pude ver una máquina de escribir y unas piezas del telégrafo; y un archivo de los correos, que utilizó Blanca Aráuz. "Lo demás se lo han llevado para Managua, o para el museo de Niquinohomo" nos dijo el profesor. De lo que fuera del General y su "Pequeño Ejército Loco", sólo quedan unos fusiles, un baúl que utilizó él, que fue rescatado a los marines; la máquina de su secretario, una pequeña Remington, también rescatada a los marinos. Lo demás, son fotos y recortes de periódicos de la época. Y las personas que ahí laboran, también son héroes. No tenemos presupuesto... se oye nuevamente al profesor...

Da lástima cómo está la casa, en abandono, porque los héroes y mártires sólo son bandera política, según los intereses del momento; después, se les anda de arriba para abajo, en los edificios, en las plazas, que hoy llevan sus nombres y mañanas los borran, según el político de turno...Es la triste historia patria.

"Estamos trabajando en el aire, no tenemos ninguna institución que diga vamos a dar una partida para operar, lo estamos haciendo en forma voluntaria, para darle realce al pueblo y a la historia del General Sandino, más que esta zona y esta ciudad fueron escenarios...".

Quizás haya un político, un diputado, un patriota, que recuerde que "el general Sandino carga sobre sus hombros vigorosos de hombre rústico, sobre su espalda viril de herrero o forjador, con la honra de todos nosotros." (Gabriela Mistral), y proponga incluir en la Ley Anual del Presupuesto Nacional, una partida para el Museo de San Rafael.

"Los hispanizantes políticos que ayudan a Nicaragua desde su escritorio, o desde un club de estudiantes, harían cosa más honesta yendo a ayudar al hombre heroico, héroe legítimo, como tal vez no les toque ver otro, haciéndose sus soldados rasos (Al cabo tiene Nicaragua dos fronteras no demasiado pequeñas y que es posible burlar). Cuando menos, si a pesar de sus arrestos verbales no quieren hacerle el préstamo de sí mismos, deberían ir haciendo una colecta continental, para dar testimonio visible de que les importa la suerte de ese pequeño ejército loco de voluntad de sacrifico. Nunca los dólares, los sucres y los bolívares suramericanos, que se gastan tan fluidamente en sensualidades capitalinas, estarían mejor donados". (Gabriela Mistral).

Publicado originalmente en El Semanario, 19-25 octubre del 2000.

Museo se nos vino encima


“La familia de Sandino no es adinerada, es como cualquiera de nosotros. Así que hay que buscar fondos”, explicó una empresaria
Por Amparo Aguilera | Nacionales
http://www.elnuevodiario.com.ni/partido/nacionales/235002_museo-se-nos-vino-encima


¡Uyy se cayó!, fue lo primero que se le escuchó decir a la empresaria turística Naraya Zelaya, al ver sin techo la histórica casa de la telegrafista Blanca Aráuz, en San Rafael del Norte, Jinotega.

Mientras el cuidador de la vivienda, el anciano Tomás Herrera Zeledón, corría nervioso hacia ella quejándose de que había ocurrido lo que tanto temía.

“La casa no tiene mantenimiento del 2000 para acá, y es un museo de Sandino, está sin atención y mire lo que pasó”, decía una y otra vez.

Explicando al mismo tiempo que tenía de limpiarla y cuidarla 16 años, sin ningún pago de por medio.

Entre tanto, los jóvenes de la cuadra ya habían acudido al lugar, incluyendo los nietos de Herrera, preocupados por el anciano y buscando cómo ayudarlo a resguardar los cuadros del esposo de Aráuz, el general Augusto C. Sandino.

El desplome ocurrió pasada las tres de la tarde del primero de diciembre, justamente cuando un equipo de EL NUEVO DIARIO se preparaba para realizar un reportaje sobre el circuito turístico que nos haría permanecer entre una y dos horas en la ciudad.

La empresaria Naraya Zelaya había decidido ser la guía en el recorrido. Incluso dos horas antes había sugerido parar primero en la famosa vivienda para luego visitar la Iglesia, el Tepeyac y el río Viejo.

Y así fue. El equipo salió del Hotel Casita San Payo hacia la casa museo, lo que apenas implicó un minuto en vehículo, pues se sitúa a una cuadra del hotel.

Iban a entrar cuando ocurrió el desplome
Cuando todos se disponían a bajar del automotor, Herrera estaba cerrando la puerta de la casa museo. Y en un segundo ¡ups!, el techo cayó.

El asombro, por segundos, reinó en la cuadra. Seguido del “alboroto”: el susto de Naraya, las quejas de Herrera, y las preguntas del medio que se entremezclaban con los comentarios de los chavalos que auxiliaban a Herrera.

Ayudó publicación de END
Naraya, quien además es vicepresidenta de la Comisión de Turismo en San Rafael del Norte, dijo que después de “semejante” sobresalto, llamó por teléfono a los nietos de Blanca Aráuz y del general Sandino. Aunque don Tomás ya se le había adelantado.

Eso ayudó. Ayer la familia, incluyendo la hija de la telegrafista y del general, pusieron pie en San Rafael del Norte.

Llegaron al mediodía y de inmediato se reunieron con el alcalde de la zona y la comisión de Turismo.

“Claro, también ya había salido la noticia en EL NUEVO DIARIO. Así que todos ayer nos reunimos y decidimos que se tenía que hacer algo por la casa, así que llegamos a varias resoluciones sin política de por medio”, comentó.

La primera fue que se iban a buscar “fondos” con el Gobierno y organismos internacionales para restaurarla, manteniendo su estructura y estilo.

“La familia de Sandino no es adinerada, es como cualquiera de nosotros. Así que hay que buscar fondos. Mientras tanto, se optó por tener los cuadros y todos los artículos de Sandino en la Casa de Cultura, que queda contiguo a la vivienda (de la telegrafista)”, detalló Naraya.

También acordaron reuniones periódicas. “La próxima será en enero, para darle seguimiento justamente a la restauración”, adelantó la empresaria. De modo que, como un cuento de hadas, hubo un buen final, pues hasta el señor Herrera recibió sus centavitos.