Nicaragua

Madre, que dar pudiste de tu vientre pequeño

tantas rubias bellezas y tropical tesoro,

tanto lago de azures, tanta rosa de oro,

tanta paloma dulce, tanto tigre zahareño.



Yo te ofrezco el acero en que forjé mi empeño,

la caja de armonía que guarda mi tesoro,

la peaña de diamantes del ídolo que adoro

y te ofrezco mi esfuerzo, y mi nombre y mi sueño.


Rubén Darío (1889).



Anidando en el porche

Anidando en el porche
dzu2012

sábado, 26 de febrero de 2011

Campaña electoral y contaminación ambiental

Doraldina Zeledón Úbeda

Madre, que dar pudiste de tu vientre pequeño
tantas rubias bellezas y tropical tesoro,
tanto lago de azures, tanta rosa de oro,
tanta paloma dulce, tanto tigre zahareño.

Yo te ofrezco el acero en que forjé mi empeño,
la caja de armonía que guarda mi tesoro,
la peaña de diamantes del ídolo que adoro
y te ofrezco mi esfuerzo, y mi nombre y mi sueño.

“Nicaragua”, Rubén Darío (1889).

Ríos sin agua, bosques sin árboles, fauna sin aves ni “tigre zahareño”; urbanismo sin urbanización, terrenos sin suelo, lagunas-basureros, descanso sin tranquilidad, niños sin futuro: sucios, desnutridos, enfermos. Todo producto de los problemas ambientales originados por la misma humanidad: contaminación de ríos que hacen escasear el agua, incendios sin planes de prevención, tala incontrolada de bosques; consumismo y falta de educación que aumentan el problema de la basura y el agotamiento de los recursos naturales; el ruido que no nos importa; la emisión de gases de los vehículos que contamina y calienta la atmósfera; en fin, la muerte de los “lagos azures”, el deterioro de ecosistemas y paisajes, pérdida del “tropical tesoro”, de la biodiversidad gracias a la cual vivimos y que Darío cantara hace más de un siglo, pero que si viniera, no encontraría.

Son estos algunos de los problemas ambientales en el país y en cada municipio, además de la pobreza, debido a la injusta distribución de la riqueza que Dios le dio a Nicaragua, pero que no hemos sabido valorar ni compartir.

Todas las áreas de la gestión deberían contemplar la dimensión ambiental: en la ordenación del territorio, en la construcción, en el transporte, en el comercio, en la educación. El medioambiente debería ser parte de los planes y programas, y por ende de los presupuestos, porque si dicen que defienden el medio ambiente, pero no contemplan una partida financiera, no harán mucho. También se debe integrar en las relaciones internacionales, para adquirir recursos, económicos, técnicos, profesionales, etc.

El trabajo por el medioambiente tenemos que tomarlo más en serio, no sólo las autoridades, todos tenemos la obligación, no podemos seguir contaminando y destruyendo los recursos naturales. Ni quejándonos por la falta de agua, del calor o del ruido, tenemos que actuar conjuntamente con las autoridades. Si cada persona aporta en la medida de sus posibilidades, si no esperamos a que nos resuelvan todos los problemas sin mover un dedo, la sociedad sería otra. Hay municipios muy laboriosos, de los cuales emana vida, dinamismo y hasta orgullo, que si se lo proponen, arrancarían de verdad, sin estar esperando que el país arranque sobre la base de discursos y pactos. Y corrupción sobre corrupción. Pero se necesita líderes, autoridades que no defrauden al pueblo. Y se necesita ciudadanos y ciudadanas que, como Rubén Darío, cada quien en su dimensión, le digan a su terruño: “y te ofrezco mi esfuerzo, y mi nombre y mi sueño”.

Estamos en período de elecciones. Seguramente cada candidato habrá integrado a su programa la defensa del medioambiente. Ahora que comiencen, desmenucemos los programas, veamos cuál es la realidad o si sólo serán parte de los discursos. Analicemos a los candidatos y candidatas, cuál ha sido su compromiso por el medioambiente y su grado de credibilidad. Entonces, nuestro voto sería por el programa que más defienda el medioambiente y por el candidato más creíble.

Y si el medioambiente sigue siendo la cenicienta, entonces, deberíamos hacer un listado de los problemas ambientales y las estrategias para enfrentarlos, y aportar sugerencias para que los candidatos las integren en sus programas. Por ejemplo, incluir planes contra incendios, para estar preparados y que las llamas no se lleven nuestros pinos, y no seguir apagando el fuego con las ramas de los mismos árboles. Proyectos de educación ambiental, no sólo en las escuelas, ni sólo relacionados con la siembra de árboles o recogida de basura, sino programas integrales relacionados con las diferentes áreas del medioambiente; y no como una asignatura que haya que aprobar, sino para formar hábitos y valores, para sensibilizarnos y actuar con responsabilidad en el medio y por el medio. Y aplicar la Ley. Incentivos para las personas y organizaciones que trabajan por el medioambiente, como lo contempla la Ley 217. Reforestación. Iniciativas de leyes, por ejemplo para un sistema de reducción y gestión de residuos y no quedarnos sólo en recoger la basura y trasladar el problema a otro lugar, es como quitar la basura del frente de la casa y llevarla al patio, para que no se vea. O la ley de ruido, o cumplir la ley de costas, para que el turismo desordenado no siga comiéndose la tranquilidad que buscan los turistas o los pedacitos de costa que aún quedan, como en San Juan del Sur.

Tantos problemas ambientales, tantas acciones por realizar. Las elecciones deberían ser un reto para mejorar la calidad de vida de todos, mejorando el medio ambiente. Veamos qué ofrecen. Y digámosles: “mi voto es ecológico”. Pero no basta el voto, hay que darles seguimiento y apoyarlos. ¿Y si no cumplen?, ¡a botarlos!


Mayo, 2004, año de elecciones municipales. Editado febrero 2011, año de elecciones nacinales.

http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/28219
24 de MAYO de 2004 Hora local 09:14 A.M. | Managua, Nicaragua

Quien contamina paga

Doraldina Zeledón Úbeda

“Quien contamina paga” es un principio internacional del Derecho Ambiental. Significa que las empresas, instituciones, organizaciones, partidos políticos, países y personas que contaminan deben asumir los costos que implica esa contaminación. Se debe evitar que las víctimas, el Estado o la sociedad asuman los costos por los efectos adversos de sus actividades sobre el medio ambiente y las personas.

Después de las elecciones, las alcaldías están limpiando o buscando cómo limpiar la basura que deja la campaña. Algunos alcaldes han dicho que los partidos políticos es difícil que paguen y que solicitarán apoyo al Consejo Supremo Electoral para que les ayude: de lo que corresponde rembolsar a cada partido en concepto de gastos en la campaña, que se le retenga lo concerniente a la limpieza de la basura electoral.

Hay dos situaciones, en primer lugar, debería estar establecido en la Ley Electoral; segundo, si se paga por esta vía, sería el pueblo quien pague con sus impuestos, y no quien contamina. Pero al menos que no se les regrese lo que significa el desmontaje; sin embargo, el costo en recursos, y el costo que significa para el medioambiente toda esta basura, seguirá sin pagarse.

Quienes deberían pagar son los partidos políticos y las agencias de publicidad. El presupuesto de las campañas debería incluir el desmontaje. Pero como esto tampoco arregla el problema ambiental y de gastos, debería establecerse un costo máximo para las campañas. Y no sólo para asumir la descontaminación, debe establecerse una cantidad máxima de soportes publicitarios. Se debe cuantificar todo, por varias razones: evitar la contaminación con la propia campaña, evitar que el pueblo pague el desmontaje; minimizar la producción de residuos; ahorrar recursos. Porque no es ético que mientras haya tanta pobreza se gaste tanto en promesas (alguien dirá que soy ingenua al pensar en ética electoral, pero a lo mejor sí es válido, si se reconcilia la necesidad con el derroche). Y es injusto que cerca de un ranchito a oscuras en la carretera haya un gran rótulo iluminado y a todo color; que por todas las calles haya mantas publicitarias, mientras por todas las calles y campos andan personas con trapos rotos. Es una burla que mientras en el Hospital Materno Infantil Fernando Vélez Paiz haga falta un rótulo para pedir a los conductores que no suenen la bocina, haya cientos de mensajes electorales ofreciendo salud y besando niños y niñas. Es triste que mientras se gasta tanto en las campañas, haya estudiantes que no tienen cuadernos, ya no digamos los que ni siquiera tienen acceso a la escuela. Bueno, podría todo esto ser aceptable si gracias a tanta publicidad, las personas no olvidan las promesas de todos los partidos y exigen para que se hagan realidad con el actuar de todos los electos.

Pero “quien contamina paga” no se refiere sólo a los políticos. Incumbe a todo el que contamina. Por ejemplo, ante los malos olores o los gases emanados por una fábrica, o los residuos que pudren las aguas y el aire, como en el valle de Sébaco, la gente tiene que gastar en recuperar su salud. Ante el ruido de un restaurante, una discoteca, una fábrica, las víctimas, si pueden, tienen que aislar sus viviendas para evitar la inmisión sonora y gastar en medicina debido a los efectos que sufren, pero quien debe asumir todos esos gastos es la empresa que contamina. Dice la Organización Mundial de la Salud que “los responsables de la fuente de ruido deben asumir los costos totales asociados con la contaminación sonora (incluido el monitoreo, manejo, reducción y supervisión)”.

Hay que enfatizar que el principio “quien contamina paga” no se refiere sólo a indemnizar o a mitigar los daños al medioambiente, sino a invertir para evitar la contaminación. No significa que voy a contaminar y luego voy a pagar, sino evitar la contaminación pagando para implementar medidas preventivas; de ahí que los principios del Derecho Ambiental van concatenados: junto a quien contamina paga tenemos los principios de prevención y precaución.

Para asegurar que las empresas indemnicen, hay muchos instrumentos, como el seguro ecológico. Un requisito para cada partido debería ser este seguro no sólo para desmontar la campaña, sino para indemnizar a quienes fueron afectados, por ejemplo, los controlistas de los estruendosos equipos de sonido.

Ojalá que para las futuras campañas los partidos políticos ya tengan seguro ecológico, para que las alcaldías, vale decir el pueblo, no asuman el desmontaje de la basura electoral. Esto debería ser para todas las empresas, instituciones y organizaciones contaminantes.


Managua, Nicaragua - Miércoles 29 de Noviembre de 2006 - Edición 9446
http://impreso.elnuevodiario.com.ni/2006/11/29/opinion/35085