Publicación en El Nuevo Diario
http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/233689
Doraldina Zeledón Úbeda
Estamos en la comunidad rural de El Carmen, en Matiguás, a seis horas de Managua. Aquí las mujeres ya no tienen que ir a buscar el agua cuesta arriba y cuesta abajo. Y la pequeña Sharon se baña sin problemas para ir a la escuela. Del cerro Quirragua les llega hasta el hogar. Para lograrlo, abrieron zanjas por más de 6 kilómetros para instalar tubos que la llevan al tanque, desde donde va a las viviendas.
“Esto nos cambió la vida”, es la opinión generalizada de las mujeres, ya que “el acarreo del agua” gramaticalmente tiene género masculino, pero al dividirse las funciones en el hogar, o más bien, al asignar las funciones, es femenino. Inclusive, los hombres hacían bromas: aquí las mujeres tienen las piernas duras de tanto subir y bajar con el agua, decían entre risas.
Se necesita un trabajo bien organizado. Primero, identifican la fuente superficial en una altura, luego presentan la solicitud a “Agua Para La Vida”, en Río Blanco. Después firman un contrato donde se comprometen a trabajar, no deforestar ni contaminar. Alfonso, promotor social, explica que la propiedad donde está el ojo de agua debe ser de la comunidad, por eso la adquieren legalmente, ya sea comprado o donada, para asegurar que el proyecto no sea destruido o pase a otras manos, y para proteger la cuenca. Los técnicos visitan el terreno para comprobar si el agua es suficiente y si reúne las condiciones sanitarias.
Cuando se comprueba la posibilidad, elaboran el proyecto. Doña Goyita sistematiza los insumos de las diferentes áreas, para luego enviarlo a la oficina de Managua. De aquí, la coordinadora nacional, Carmen González, lo manda a los miembros fundadores, quienes buscan el financiamiento. Una vez aprobado, comienza la ejecución.
El ojo de agua es recubierto con capas de piedras y arena, a manera de filtros, y sellado con cemento en la parte superior, para evitar la contaminación; dejan libres sus paredes para que el agua mane. De aquí, empiezan a captarla y a construir el sistema para llevarla por tuberías subterráneas y aéreas, según la topografía. El agua llega al tanque, situado también en altura, para que pueda bajar, pues el sistema es por gravedad. Instalan un puesto en cada casa, y pueden ampliar hasta tener su baño, siempre que las conexiones las hagan después del medidor, pues para evitar el derroche y para la sostenibilidad del proyecto, establecieron una cuota mínima. Además, porque sólo una parte del agua del manantial va por las tuberías, la otra parte sigue su cauce natural para alimentar la biodiversidad del área, explicó Denis Barea, cooperante francés.
El día de inauguración es de fiesta para la comunidad, técnicos y donantes, cuenta Esteban, responsable de seguimiento de proyectos, pues han llevado agua para la vida, y una vida diferente, ya que hasta las relaciones sociales se han ampliado. ¿Y qué harían si se seca el cerro?, pregunté. Sergio, el tesorero del CAPS, se rió a carcajadas, “qué va, ese cerro no se seca, si tira agua por todos lados”. ¿Y la deforestación? “No, ahí nadie se mete, porque la comunidad está vigilando”.
Pero no es sólo el acceso al agua. Significa mantenimiento de la cuenca, saneamiento, administración; por eso capacitan antes, durante y después de inaugurado el proyecto, explican Lilian y Yancy, promotoras de salud. Después del diagnóstico capacitan en el terreno, tanto a los Comités de Agua Potable y Saneamienteo (CAPS)como a la comunidad; en liderazgo, administración, contabilidad, reparación de sistemas de agua, reforestación, género, letrinas, deshechos, salud e higiene familiar y de los alimentos.
Escuela Técnica
Este trabajo requiere de técnicos que no habían en Nicaragua, entonces Gilles Corcos fundó la Escuela. Cada dos años se gradúan ocho jóvenes en Diseño y Manejo de Sistemas de Abastecimiento de Agua y Saneamiento Rural, con conocimientos de topografía, física, hidráulica, saneamiento rural, dibujo técnico, captación de agua, puentes colgantes, formulación de proyectos, etc.
Entre sus logros están, ser reconocida por el Instituto Nacional Tecnológico, integrar la igualdad étnica y de género para la selección de alumnos, y dar posibilidades a jóvenes campesinos que ya no podían continuar estudiando después del bachillerato. Como dice Jaime, director técnico y uno de los egresados, “sin esa oportunidad posiblemente estuviera ordeñando, mientras ahora tengo este trabajo, y nos ha permitido entrar a la tecnología y un abanico de oportunidades.”
Han egresado veinticinco, más ocho que están por graduarse. Parece poco, pero han llenado el vacío y apoyado a las alcaldías. Como la demanda de proyectos aumenta, ampliaron la matrícula, por lo que necesitan fondos para becar a doce bachilleres.
Cómo nació este proyecto
Todo esto no brota de los árboles como la “barba de viejo”, ni nace del cerro Quirragua. Es posible gracias a un grupo de personas que con entusiasmo trabajan en una pequeña oficina, prestada por la Alcaldía de Río Blanco; más otro pequeño grupo en Managua.
La idea surgió en 1987, cuando Gilles Corcos, profesor francés de Mecánica de los Fluidos, en la Universidad de Berkeley (California) y su alumno, Charlie Huizenga, realizaron su primera visita a Nicaragua, en un proyecto de viviendas, y la gente pidió agua. Surge entonces la necesidad de diseñar y construir un sistema para la cooperativa de San Cayetano, en el municipio de San Dionisio. El proyecto se realizó en 1988. Nace así la idea de llevar el agua por gravedad a comunidades rurales de una Nicaragua en guerra, nos cuenta Denis. Ahora también realizan la captación abierta y pronto utilizarán fuentes subterráneas, mediante la apertura de pozos.
El trabajo se ha concretado en esta ONG, bautizada con las brisas del cerro Musún, como “Agua Para La Vida”, que junto con comunidades rurales del Norte de Nicaragua y el apoyo de algunas alcaldías, en 25 años ha realizado 72 proyectos de agua y saneamiento, de los cuales se benefician más de 20 mil personas. Su visión es seguir “hasta que toda Nicaragua tenga agua”.
Para el financiamiento de los proyectos existe una junta en Estados Unidos y otra en Francia. También trabajan con fundaciones, con la organización Rural Water Venture y algunas embajadas (Japón, Holanda, Francia). Y esperan tener más donantes, incluyendo de Nicaragua. Además, han conformado el grupo Amigos de Agua para la Vida, para capacitaciones y apoyo técnico.
Al conocer este trabajo y a quienes lo hacen posible, al ver la alegría y entusiasmo de los beneficiados, me quedé pensando: qué poco damos a veces y cuánto nos quejamos, en vez de agradecer por lo que tenemos y trabajar para cambiar nuestras condiciones, que no sólo dependen del aumento de la producción y los ingresos del país, sino de que el desarrollo surja desde la gente, desde sus propias necesidades y capacidades, y que tengan acceso a esos ingresos.
También pensé cómo los cooperantes dejan comodidades y familia, para venir a contribuir. “A mí me gusta mucho la Escuela. Me gusta ver cómo estos muchachos van cambiando”, dice Cecilia, una joven francesa que quiere quedarse dos años más; para, con la experiencia adquirida, hacer una mejor labor. Y a veces hacen trabajos un tanto riesgosos, como pasó con Denis, que a pesar de no andar bien de salud, fue el chofer de la camioneta que nos llevó como en una montaña rusa, por curvas, bajadas y subidas empedradas; pero disfrutaba de los paisajes preciosos, donde sólo se escuchan las aves y el murmullo del agua, únicamente interrumpido por los grillos, que cantan y cantan. Yo quisiera saber para qué tanta insistencia. ¿Serán vigilantes del Quirragua?
Al regreso, desde la carretera diviso un bosque hecho leña. Entonces, pienso en el entusiasmo de los pobladores de El Carmen y me acuerdo de los hijos de la pequeña Sharon...
doraldinazu@gmail.com
Anidando en el porche
miércoles, 5 de octubre de 2011
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