Cultura de convivencia entre vecinos
Doraldina Zeledón Úbeda
Además del ruido, existen muchos problemas que afectan negativamente
la convivencia en el barrio. Para algunos hay leyes, pero si se desconocen o no
se aplican, es como si no existieran. Para otros, no hay, pero sí, normas
sociales, como el respeto a la propiedad pública y privada, a las personas
mayores, los derechos humanos, incluyendo al medioambiente saludable. Con
educación y buenos ejemplos podemos ir creando una cultura de consideración, solidaridad
y buenas relaciones. Aunque suene obsoleto como “amar a la antigua” enviando flores, y parezca
irrisible en estos tiempos de teléfonos inteligentes que pueden decirlo todo.
Me parecen innecesarias leyes para casos obvios de respeto
o decencia. Es el colmo que se tenga que
legislar para respetar y ayudarle a quien te dio la vida, alimentos, cuidados y
amor. O para que no se orinen en las flores, árboles y paredes. Una vez
pregunté por qué no sembraban plantas afuera, y me respondieron: “¿para que las
dañen o se orinen en ellas? Los hombres con vergüenza se han de sentir mal. Sería
bueno una campaña para que los sin vergüenza dejen tan fea costumbre, que
además contamina con malos olores.
Otros problemas que causan molestias, conflictos, afectan
la salud, la economía familiar y la calidad de vida, son: sacar los perros a la
calle para que hagan sus necesidades, luego todo lo respiramos junto con el
polvo que lleva el viento. Tirar agua sucia a la calle o patios colindantes, estacionar
el vehículo frente al garaje o casa vecina, montarse en las aceras para girar. Quemar
basura o tirarla a cunetas y patios. Recuerdo a una familia que llevó el caso a
los juzgados, y se fue del barrio porque ya no soportaba el basural en el techo;
y sobre todo, las malas relaciones.
Las reuniones nocturnas en las calles, con ruido y alcohol;
y con residuos de vidrio, olores, insomnio y malestar para los vecinos. Las
patinetas que destruyen las aceras. Los árboles pegados a las viviendas, que
dañan paredes, piso, techo y tuberías; las
conexiones de agua en mal estado o los canales, que causan humedad y daña la
pintura y la pared.
Si todo esto sucede es porque algo falta. Y en el fondo,
el problema no es el hecho en sí, sino la actitud. La indiferencia o darlo como
algo normal, como una costumbre que es parte de la herencia y lo tenemos que
tolerar. Y claro que lo heredamos: lo que los niños ven, eso hacen. Entonces hay
que dejarles buenas costumbres. Porque la cultura de
convivencia no es solo para evitar problemas sino para cultivar buenas
relaciones (respetando la privacidad de las familias) para crear un ambiente
agradable y seguro. Lo que
todos deseamos y no siempre lo logramos.
Y a veces creemos que como estamos en nuestra propiedad,
podemos hacer lo que sea, pero la tranquilidad de todos depende de lo que
sucede en el entorno. Deberíamos reflexionar si lo que hacemos afecta a los
vecinos y no sólo reclamar por lo que hacen. Agradecer por lo bueno y felicitarlos
por sus logros. Esto puede abrir puertas. Pintar mejores atardeceres y darnos sueños
tranquilos. Así, el día amanecerá con más claridad, mientras las leyes y los
funcionarios todavía duermen, nuestros sueños y la educación resuelven.
Estelí, 14 de marzo 2015.