Nicaragua

Madre, que dar pudiste de tu vientre pequeño

tantas rubias bellezas y tropical tesoro,

tanto lago de azures, tanta rosa de oro,

tanta paloma dulce, tanto tigre zahareño.



Yo te ofrezco el acero en que forjé mi empeño,

la caja de armonía que guarda mi tesoro,

la peaña de diamantes del ídolo que adoro

y te ofrezco mi esfuerzo, y mi nombre y mi sueño.


Rubén Darío (1889).



Anidando en el porche

Anidando en el porche
dzu2012

sábado, 18 de julio de 2015

Cultura de convivencia entre vecinos


Doraldina Zeledón Úbeda

Además del ruido, existen muchos problemas que afectan negativamente la convivencia en el barrio. Para algunos hay leyes, pero si se desconocen o no se aplican, es como si no existieran. Para otros, no hay, pero sí, normas sociales, como el respeto a la propiedad pública y privada, a las personas mayores, los derechos humanos, incluyendo al medioambiente saludable. Con educación y buenos ejemplos podemos ir creando una cultura de consideración, solidaridad y buenas relaciones. Aunque suene obsoleto como “amar  a la antigua” enviando flores, y parezca irrisible en estos tiempos de teléfonos inteligentes que pueden decirlo todo.

Me parecen innecesarias leyes para casos obvios de respeto o decencia.  Es el colmo que se tenga que legislar para respetar y ayudarle a quien te dio la vida, alimentos, cuidados y amor. O para que no se orinen en las flores, árboles y paredes. Una vez pregunté por qué no sembraban plantas afuera, y me respondieron: “¿para que las dañen o se orinen en ellas? Los hombres con vergüenza se han de sentir mal. Sería bueno una campaña para que los sin vergüenza dejen tan fea costumbre, que además contamina con malos olores.

Otros problemas que causan molestias, conflictos, afectan la salud, la economía familiar y la calidad de vida, son: sacar los perros a la calle para que hagan sus necesidades, luego todo lo respiramos junto con el polvo que lleva el viento. Tirar agua sucia a la calle o patios colindantes, estacionar el vehículo frente al garaje o casa vecina, montarse en las aceras para girar. Quemar basura o tirarla a cunetas y patios. Recuerdo a una familia que llevó el caso a los juzgados, y se fue del barrio porque ya no soportaba el basural en el techo; y sobre todo, las malas relaciones.

Las reuniones nocturnas en las calles, con ruido y alcohol; y con residuos de vidrio, olores, insomnio y malestar para los vecinos. Las patinetas que destruyen las aceras. Los árboles pegados a las viviendas, que dañan  paredes, piso, techo y tuberías; las conexiones de agua en mal estado o los canales, que causan humedad y daña la pintura y la pared.  

Si todo esto sucede es porque algo falta. Y en el fondo, el problema no es el hecho en sí, sino la actitud. La indiferencia o darlo como algo normal, como una costumbre que es parte de la herencia y lo tenemos que tolerar. Y claro que lo heredamos: lo que los niños ven, eso hacen. Entonces hay que dejarles buenas costumbres. Porque la cultura de convivencia no es solo para evitar problemas sino para cultivar buenas relaciones (respetando la privacidad de las familias) para crear un ambiente agradable y seguro. Lo que todos deseamos y no siempre lo logramos.

Y a veces creemos que como estamos en nuestra propiedad, podemos hacer lo que sea, pero la tranquilidad de todos depende de lo que sucede en el entorno. Deberíamos reflexionar si lo que hacemos afecta a los vecinos y no sólo reclamar por lo que hacen. Agradecer por lo bueno y felicitarlos por sus logros. Esto puede abrir puertas. Pintar mejores atardeceres y darnos sueños tranquilos. Así, el día amanecerá con más claridad, mientras las leyes y los funcionarios todavía duermen, nuestros sueños y la educación resuelven. 


Estelí, 14 de marzo 2015.