Santiago,
jueves 2 de abril de 2015, por Luis Gallegos, editorial de Boletín GAL.- Según
las informaciones oficiales, los desastres de las tormentas en el Norte ya
suman muchos muertos y desaparecidos. Aparte de los miles de damnificados y de
los millones de pesos de daños producidos por el desastre climático, es
incalculable el dolor humano que este tipo de tragedias produce en nuestra
gente. Nuestra profunda solidaridad con todos y todas ellas.
Lo primero que surge
al sentido común de todos nosotros es quién es el responsable de todo este
drama. Y, por supuesto, también quién reparará todo el daño producido en los
bienes materiales y productivos y, sobre todo, en el alma y el mundo social de
nuestras comunidades afectadas.
Claro,
lo primero que surge a nuestro imaginario colectivo es que la naturaleza
nuevamente nos eligió. O, también, que las autoridades y la clase política no
se dieron tiempo para prever o tomar las medidas oportunas.
La verdad de fondo
Todo
ello puede ser cierto, pero no es toda la verdad del fondo de toda esta
tragedia. Y no lo es simplemente porque uno de los mayores riesgos que está
ahora y para las décadas siguientes en nuestro entorno, es el cambio climático. Chile es uno de los países vulnerables a este fenómeno, y cumple
con siete de las nueve vulnerabilidades que los científicos del IPCC de la ONU,
han anunciado.
El
calentamiento global es el desastre producido por el capitalismo, desde la
revolución industrial de 1850 en adelante, que está a la base de las tragedias
climáticas que hoy estamos viviendo en Chile y en el Mundo.
Y este fenómeno
generado por las grandes empresas capitalistas y las grandes potencias
mundiales, nos afecta alterando nuestros climas locales, desestabilizando
nuestros entornos ambientales y afectando la regulación de los factores de la
naturaleza y la atmósfera.
Si
queremos encontrar responsables del dolor que hoy Chile padece por estos
desastres, entonces hablemos de las enormes empresas mundiales que se resisten
a reducir sus emisiones de dióxido de carbono, y de las grandes potencias
desarrolladas que se niegan a suscribir y comprometerse a acuerdos de
mitigación y adaptación al cambio climático.
No son nuestros
alcaldes, intendentes y gobiernos los responsables de estas tragedias. Son los grandes
decidores de las políticas mundiales sobre el medio ambiente y el cambio
climático, los que se aferran a un sistema de gobierno global que mantiene un
sistema capitalista y, a su vez, el uso de los combustibles fósiles como fuente
de energía para sus grandes industrias.
Entonces, ¿qué hacer
ante estos poderes globales que tanto daño producen en nuestro clima, en
nuestro barrio, nuestra comuna y a nuestras familias?
La lucha socio-ambiental ciudadana, democrática y climática
La
lucha socio-ambiental ciudadana, democrática y climática. Esa es,
en este Siglo XXI y hasta que finalice, por lo menos, la única o la principal
bandera que nos permitirá enfrentar estos dramas que hoy nos asaltan.
La lucha contra los
poderes globales que se resistieron en la Cumbre de Cambio Climático de Lima en
diciembre 2014, o más conocida como la COP 20, a suscribir un acuerdo de
reducción de emisiones de CO₂ en sus países; la lucha contra quienes hoy se niegan a querer
entender que si en la Cumbre de Cambio Climático de París en diciembre 2015 o
COP 21 no se acuerda una drástica reducción de emisiones, simplemente estarían
siendo los verdugos de nuestra propia especie humana. Quizá no del Planeta
Tierra, que tiene suficientes recursos propios para adaptarse y recuperarse
asimisma, pero sí de todos nosotros, nuestras familias y nuestras comunidades.
Atender la emergencia, es lo prioritario
Por
cierto, hay tareas inmediatas para atender nuestras emergencias. Hay planes de
contingencia que los gobiernos locales, regionales y nacional han activado
junto con los recursos necesarios para atender las urgencias de estos dramas.
Esperamos que ello se cumpla a cabalidad, con la oportunidad y la eficiencia
que la situación amerita.
También, nuevamente,
se ha vuelto a poner en marcha esa hermosa solidaridad de nuestro pueblo en
todo el país y de los pueblos hermanos a nivel internacional. Nuevamente se ha
reavivado esa cálida esperanza de toda nuestra gente que se une a los
damnificados y les brinda su generosidad y apoyo para salir adelante con
fuerza, dignidad y amor.
Pero
también hay desafíos que nos corresponde como ciudadanía. Y tales, son de carácter
socio-ambiental.
¿Cuáles son esos posibles desafíos?
Primero, podríamos exigir el derecho a organizarnos como ciudadanía y
como afectados, junto al municipio y a otras instancias sociales, ambientales y
políticas locales, a fin de poder participar activamente en los planes de
emergencia y de reconstrucción de las zonas afectadas.
Segundo, podríamos exigir el derecho a la información y a la capacitación
respecto a los conocimientos técnicos, científicos y políticos del cambio
climático que nos afecta. El derecho ciudadano no solo es el de ser atendido
por el Estado eficazmente ante estas emergencias, también lo es el derecho a
saber qué está ocurriendo exactamente con el clima y el medio ambiente en
nuestra comuna, el país y el Planeta.
Tercero, podríamos exigir nuestro derecho a participar en los
diálogos, análisis y elaboración de propuestas sobre los planes de prevención
ante desastres, adaptación al cambio climático e incidir sustancialmente en las
políticas públicas nacionales y locales relacionadas a estos temas.
Cuarto, podríamos exigir el derecho a participar como ciudadanía en los
procesos nacionales, regionales y globales sobre el cambio climático, a fin de
poder expresar nuestros testimonios, reflexiones y sugerencias acerca de los impactos
que el calentamiento global está produciendo en nuestros territorios. Por
ejemplo, las autoridades nacionales deberían garantizar la asistencia de las
organizaciones de los damnificados en las reuniones públicas que convoque la
Oficina de Cambio Climático del Ministerio del Medio Ambiente; asimismo
podríamos acceder, con apoyo del Ministerio de Relaciones Exteriores y el del
Medio Ambiente, a las cumbres globales que este año se realizarán sobre el
cambio climático, del mismo modo como lo han hecho en cumbres anteriores los
pueblos afectados de los países insulares en riesgo climático, como las
Maldivas.
Quinto, -y esto es muy importante- deberíamos exigir el derecho, junto
con las autoridades nacionales, a ser incluidos entre las comunidades beneficiarias
a los recursos financieros del Fondo Verde creado por la ONU,
precisamente para atender este tipo de desastres climáticos. Nuestra emergencia
y la reconstrucción de nuestras casas y localidades, no es solo responsabilidad
del gobierno de Chile. Este es un tema de implicancia mundial, por tanto, la
ONU y el Fondo Verde, deberían -mediante
gestión urgente del actual gobierno de Chile-, exigir el derecho de los
damnificados del Norte a ser beneficiarios de estos recursos mundiales. Este
Fondo ha acumulado hasta el momento más de 10 mil millones de dólares, dentro
de una meta de 100 mil millones de dólares. Atención, y este derecho no solo es
para los damnificados de los desastres del Norte, también es válido y operativo
para los damnificados de los incendios y la sequía del país, que también son
impactos del cambio climático.
Sexto, deberíamos generar alianzas, asociatividad y unidad ciudadana
junto a otros pueblos de países hermanos en riesgo climático de América Latina
y del Mundo, para enfrentar a quienes hoy son los responsables del aumento de
las emisiones de CO₂, a quienes hoy se resisten a suscribir un
nuevo acuerdo climático en la COP 21 de este año, y a quienes indolentemente
optan por sus jugosas ganancias capitalistas antes que el bienestar de la
humanidad y de nuestras poblaciones. Estas asociatividades ciudadanas podrían
tener como meta preparar propuestas concretas a nivel nacional o regional para
ser presentadas en la Cumbre Mundial de Cambio Climático o COP 21, a realizarse
en noviembre de este año en París, Francia. (FIN)