Doraldina Zeledón Úbeda
http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/105510-cambiando-habitos-adultos
A veces, cuando hablamos de educación ambiental, pensamos en las escuelas o en brigadas de jóvenes. Y, hasta cierto punto, me parece razonable, pues a los mayores es difícil que la cabeza nos retoñe o que cambiemos las costumbres, porque el problema no es solo falta de información, sino un cambio de comportamiento.
En un hospital, un niño, cuando se terminó el refresco, buscó donde depositar la bolsa y no encontró recipiente. Fue al otro extremo del pasillo, y tampoco había donde echarla. O quizás estaba muy retirado. Solo había un rótulo que decía: deposite la basura en su lugar.
Se regresó, y lo echó en la cartera de su mamá... ¡Qué ejemplo! ¿Y los adultos?
Otro día, un niño buscaba dónde depositar una bolsa, la mamá se la quitó y la tiró a la calle.
En la escuela aprenden, esa enseñanza la llevan al hogar, pero a veces se impone la falta de información o el “hábito ingenuo”, y también el autoritarismo: en la casa mandan el papá y la mamá.
Si queremos que aprendan a no tirar la basura, a bajar el volumen a la televisión, tenemos que comenzar a hacerlo los mayores, porque la conducta se va copiando. Si el papá tira la basura a la calle, si la quema o amontona, eso mismo harán sus hijos más tarde y el problema se sigue multiplicando. En cambio, si mantiene limpio, eso aprenderán.
Hace poco escuché por la radio algo que da vergüenza decirlo: como los camiones recolectores de basura no pasaban, cuando llovió, la sacaron a la calle, para que se la llevara la corriente. La primera vez que oí algo así, no lo creía.
Me decía una señora que el problema en algunos vecindarios no es sólo el ruido, sino que es tan complejo como el tema de la propiedad. Me contó que cuando llueve, pasa eso: algunos tiran la basura a la cuneta. ¿Por qué nadie hace nada? Junto a la educación debería ir la ley, pero ni se conoce.
Y cuántas personas dicen que pueden hacer lo que quieren, porque están en su propiedad.
Así, queman basura, acumulan hojas, tierra y calaches, que se convierten en criaderos de insectos y contaminan más el ambiente. Y no solo es por desconocimiento. También puede haber arrogancia, prepotencia. Algunos creen que porque son los temidos o los tradicionales del barrio, pueden hacer lo que quieren. Inclusive, llaman a la familia y a amigos, para que los acuerpen en contra del que reclama, como pasó con la señora que denunció a la vecina, porque le tiraba la basura al techo. Y al que no le guste que se vaya a una residencial exclusiva, como si la pobreza fuera consustancial con la suciedad. Más bien deberíamos alegrarnos cuando en nuestro entorno hay gente aseada o el vecino pinta su casa. La limpieza es salud y hace atractivo un lugar.
Hace falta mucho tiempo y dinero para invertir patrones de conducta y que nos comportemos decentemente. Por eso, no basta un mensaje esporádico, ni con el trabajo de la escuela. Se necesita hacer labor en la calle, de casa en casa, por caminos y carreteras, en los lugares de diversión, en el trabajo. Y también dar alternativas, de nada sirve una campaña, si no hay gasolina para los camiones ni recipientes para la basura. Y aplicar la ley.
¿Podremos cambiar los mayores? Creo que sí. Con campañas de educación variadas y sostenidas. Habrá que buscar alternativas para desaprender y formar nuevos hábitos. No con un solo artículo ni con caminatas que generan más consumo y basura, incluyendo mantas y pancartas volátiles. Sería mejor visitas casa a casa. Y que la educación ambiental también llegue a las empresas. Si los adultos están en el trabajo, no tendrán acceso a los mensajes de algunos medios. Si están fuera del sistema escolar, igual. Pero pueden estar al tanto en la oficina, con capacitaciones, conferencias, boletines. Las empresas e instituciones deberían promover no solo la limpieza de su sector sino incidir para que sus empleados lleven la buena costumbre a su hogar.
Hagamos lo que hacen las campañas publicitarias, introducen un nuevo producto hasta que su consumo se hace un hábito, y si decae, va otra campaña para rescatar la costumbre. Son mensajes bien concebidos según sus objetivos, con imágenes y sonidos que invitan a estar en esa onda, para crear un estado deseable. Además, se repiten por varios medios, hasta que el público meta sienta el deseo de estar así o ser así, como el caballero o la estrella del anuncio.
En educación ambiental hacemos un anuncito, un mensaje solo dirigido a todo mundo, por tanto a nadie; y luego viene el bombardeo del consumismo, principal responsable de la destrucción del medioambiente.
Quizás habrá que, junto con la campaña contra la basura, hacer otra en pro de la limpieza. Si destacamos lo bonito y saludable de algún lugar, lo ejemplar de una familia, una escuela, un barrio, una empresa, a lo mejor nos motiva más, porque como que estamos acostumbrados a la suciedad y a que nos digan cochinos; entonces no importa, así somos y qué, si no querés ver basura y humo, pues te vas a otro lugar donde nadie te moleste. Y si es extranjero el que se queja, que se vaya por donde vino.
Quizás podamos recibir con más entusiasmo una campaña así. Con mensajes y acciones que nos saquen de la apatía, del yoquepierdismo y nos creen una atmósfera de entusiasmo por tener una ciudad limpia y bonita. Así como nos desbordamos por el fútbol, por el Río San Juan, así podríamos hacerlo por nuestra ciudad. Demostrar nuestra soberanía cuando decidimos tener un país limpio. Cuando optamos por actividades y productos menos contaminantes. Y crear un estado deseable superior en cada uno: orgullo por ser un país educado, civilizado.
En fin, anclar la limpieza a salud, a prosperidad, y hacer de cada ciudad un lugar agradable, respetuoso y protector del medioambiente y los derechos humanos, donde se pueda vivir mejor, porque así lo queremos y así lo hacemos. Todos los sectores, no solo las autoridades.
Anidando en el porche

dzu2012
martes, 21 de junio de 2011
domingo, 24 de abril de 2011
16º Día Internacional de Conciencia sobre el Ruido
Estamos en año de elecciones. Los políticos deberían agregar en sus programas la problemática ambiental, incluido el ruido; pero si por la víspera se saca el día, nos espera una avalancha de altos decibeles. Ahora menos que las alcaldías y delegaciones de gobierno se sumen al Día Internacional de Conciencia sobre el Ruido, que se celebra el último miércoles de abril.
El año del ruido electoral comenzó, increíblemente, con la visita de los altoparlantes a los enfermos de algunos hospitales (END, 26 enero) donde, según la OMS y nuestro Código Penal, el máximo nivel sonoro en las salas debe ser de 30 decibeles. Y no deberían estar en zonas con saturación acústica ni a la orilla de avenidas. Ni permitir publicidad ambulante o estacionaria en sus alrededores.
Le siguió la violencia acústica promoviendo la paz en parques y rotondas. Y el ruido movilizado por las calles. También se sumó la “Fórmula de la Esperanza”, cuando presentó a su candidato a vicepresidente “Entre bombas, cohetes, morteros y banderas rojas…)” (END, 14 marzo). Y han criticado a los universitarios y a otros partidos... Lo peor está por venir, hay que preparar protectores auditivos. ¿Cuántas multas impondrá la Alcaldía de Managua, de acuerdo con su ordenanza de medioambiente?
Aquí eso no tiene importancia, ni siquiera para el Ministerio de Salud, el de medioambiente o educación. Peor cuando se cambian las funciones; y, en vez de educación ambiental y para la salud, se hace propaganda para el partido. Y no es sólo el gobierno central; también desde las alcaldías, mande quien mande. Debería prohibirse a los funcionarios no estar activos en su asociación política mientras ocupan cargos públicos.
Sabemos que es lo contrario. Poco a poco podríamos ir sumando para revertir las cosas. Lo primero es la educación, por eso son necesarias las efemérides ambientales; para hacer conciencia. Y parece que los medios van a la cabeza. Sería interesante que los partidos ese día no usen altoparlantes. ¿Y que tal si se sumaran al minuto de silencio que algunas organizaciones hacen en otros países? Así podrían escuchar, aunque sea un minuto. Y cómo me gustaría que un día al año no hubiese noticias sobre políticos.
Pero no sólo es el ruido electoral. En el hogar, en cada vecindario, en el trabajo, también lo podemos prevenir y controlar. Informarnos sobre sus efectos y nuestros derechos. Conocer las leyes, divulgarlas, cumplirlas y exigir su cumplimiento. Aquí van otras sugerencias, más las que usted agregue.
En el hogar y el vecindario:
• Cuando pasen las “baratas” con promesas (o las promesas baratas), cierre la puerta o use protectores auditivos, porque pasan una y otra vez, hasta saturar el ambiente y la paciencia.
• Controle el ruido en la propia vivienda: electrodomésticos, gritos, portazos. Evite ruidos en horas de sueño, descanso, estudio. Respetar el espacio de cada quien. También baje el volumen para que el vecino escuche la música de su preferencia.
• Cuando vaya a comprar o alquilar casa, revise el aislamiento acústico y el vecindario. Prevenir le puede ahorrar disgustos, dinero, estrés y enfermedades.
• Procure el aislamiento acústico de su vivienda, al menos cerrar huecos y hendijas para que no se propague el sonido. Es importante cerrar el espacio entre techo y pared, sobre todo si las viviendas están pegadas, de paso se asegura la privacidad. El cielorraso, además de atenuar el calor, mitiga el ruido. Hay técnicas y materiales para aislamiento acústico, bien conocidas por ingenieros y arquitectos.
•Cuando el vecino haga ruido, pídale que baje el volumen, si no lo hace, regálele una copia del artículo 534 del Código Penal. Y de la ordenanza municipal. Si continúa, denúncielo. Recuerde que cada vía (administrativa, penal, laboral, etc.) tiene su propio marco jurídico. El 534 es para lo penal. Y olvídese del artículo 9 de la Ley de Delitos Ambientales, que hace ratos está derogada. Solicite copia de ordenanzas, reglamentos, permisos (hay que pagar los costos). Haga la denuncia por escrito y déjese copia. Solicite, también por escrito, los informes de medición y resoluciones. Busque ayuda profesional, como cuando necesita un contrato o atenderse un dolor de muela. Recuerde que el ruido enferma.
• Haga gestiones a pie o en bicicleta. A veces vamos en vehículo a unas cuantas cuadras. Esto requiere mejorar la seguridad ciudadana, calles y señalización.
•No suene la bocina de su vehículo sin necesidad.
En el trabajo:
• Conocer las leyes de seguridad ocupacional y organizarse.
• Usar equipos de protección personal.
• Instalar señales preventivas.
• Tratamiento acústico a los aires acondicionados, máquinas, generadores de energía (los hospitales, por ejemplo), con soportes antivibratorios y aislamiento.
• Con Internet y las nuevas tecnologías, se puede incorporar el trabajo a distancia.
Además de no usar el vehículo, se ahorra tiempo. Hay tareas para las que no es necesario estar en la empresa. Pero asegure la relación y prestaciones laborales.
Para políticas públicas:
• Calles peatonales en centros recreativos y sectores comerciales.
• Mejorar el transporte público para que sea más utilizado y disminuir así el uso de vehículos privados o transporte selectivo. Mantenimiento de motor, carrocería y silenciador. Hay buses que hacen tanto ruido, que el estruendo se escucha desde lejos.
• Prohibir música estridente y radios en buses y taxis; que, además, es propicia para distraer a conductores y usuarios, lo que puede traer accidentes y asaltos.
• Apagar motor de vehículos cuando se estacionen.
• Controlar uso de alarmas y bocinas.
• No importar equipos ni vehículos usados ruidosos.
• Agregar el aislamiento acústico de viviendas en el Código de Construcción.
La Policía de Tránsito, el Ministerio de Transporte, alcaldías y cooperativas, tienen mucho por hacer.
Más en sitios Web: “Ruido, un problema en Nicaragua".
http://nica42.tripod.com/evfuturo
jueves, 21 de abril de 2011
Por los Caminos del silencio del padre Pallais
Doraldina Zeledón Úbeda

Generalmente cargo un libro para espantar mis males y malos pensamientos. Y para aprovechar el tiempo cuando viajo o cuando paso horas y días esperando resoluciones mediante trámites rápidos. Ahora le tocó el turno a Caminos, del padre y poeta Azarías H. Pallais (León, 1884-1954). Lo comencé en una oficina. Para terminarlo me lo llevé de viaje a Estelí, por si acaso en el bus se podía leer. Lo disfruté un rato, a pesar de la música con muy mal sonido. Luego vino la película de boxeo, karate y ruido que el chofer eligió para confort de sus clientes; que, en su mayoría, iban conversando, hablando por teléfono, queriendo dormir o escuchando su propia música desde un reproductor personal. Ya no pude leer más.
Como me dejó motivada, tras regresar a Managua, me lo comencé de nuevo. Me atrapó con sus colores, sonidos, armonías, metáforas, y sentí un ritmo y un encanto que me apresuró mi ritmo de lectura. Me refrescó el espíritu con los caminos lavados por la lluvia y, en la última parte, “Yo soy el camino”, me recordó que estaba en Semana Santa, cuando el ruido se va de la ciudad, que ojalá se convirtiera en “Una ciudad lavada, sin polvo, nuevecita, / donde reza el aseo su plegaria bendita.” En silencio, con palmas y burritos. Y sin pólvora ni parlantes.
Azarías H. Pallais me había interesado por el poema “Entierro de pobre”, o al menos fue lo que me motivó a saber más sobre él. Pensaba que su poesía estaba relacionada más con la caridad, con los pobres, con las injusticias y con asuntos religiosos. A medida que leía me di cuenta de que es eso y más: cuando avanzaba por sus Caminos, sucedió lo que tenía que suceder: en los caminos, y más en los que él describe, o más bien pinta y musicaliza, es lógico encontrarse con animales y plantas, y con la tranquilidad del campo. Ahora mi interés se multiplicó. Y “envueltos en profundo silencio, los caminos / nos inician en todos los secretos divinos.”

En casi todos los poemas está el silencio, inclusive uno lleva por título “Nuestro hermano el silencio”. El libro está compuesto de varias partes o caminos: los caminos después de la lluvia, los de las mañanitas inocentes, los soleados del mediodía, los del crepúsculo, lo no tan inocentes caminos de la noche; por último, “Yo soy el camino”. “Y todos los caminos ofrecen lo mejor, /cada cual a su modo su predilecta flor:”
Sus temas se van entremezclando y reiterando. Son como enredaderas tejiendo los caminos con una serie de bellas imágenes; “¡Silencio de los cielos, por la estrella dormida, / se empapan de silencio las rosas de mi vida!”. Y en ellos se juntan las diferentes sensaciones: hay “luces auditivas y músicas visuales”, color en los sonidos, sonido en los colores: “!Rumor de la hoja verde, silencioso rumor, / no hay cosa en este mundo que tenga mejor voz!” Y Todas las manifestaciones de la naturaleza hablan, callan, sienten: las estrellas tienen “voz callada” y hay silencio en la floración: “La tierra es un silencio de rama florecida”. Y las aves cantan en silencio: “De todas esas voces, yo prefiero el sonido / del ave que en sus notas prefiere no hacer ruido.”
Si existe un San Francisco de Asís que habla con la naturaleza, los nicaragüenses tenemos a un padre Pallais que le canta en silencio. No con altoparlantes, como en las ferias de medioambiente y de turismo ecológico. Nos dice: “El blasfemo de enfrente, burgués, cuerdo, sensato, /de Letras y de Ciencias, habla con aparato / Solemne, tan solemne, que pienso, con tristeza, / lástima que no sea verdad tanta belleza”.
Y no sólo nos habla de los caminos lavados por la lluvia, también de los caminos ensuciados por la sociedad: “Pasen los charlatanes con sus gritos ruidosos, / Yo riego mi Evangelio sobre los silenciosos.” “Y viendo los detalles del paisaje inocente, /me olvido de las burlas amargas de la gente”. O, “Que se hunda el mentiroso, que muera el opresor, / Que venga a nos tu Reino de Justicia y Amor.” Y como en todos los tiempos las leyes son para violarlas, nos recuerda que “En el poder, los hombres se burlan de las leyes”.
Con esta obra, estrella silenciosa, si se quiere comprender, hay para rato; sus menciones a lugares, culturas, escritores, poetas, pintores, etc. necesitan una lectura profunda, investigativa. Aún así, leído con la rapidez de las “mariposas explosivas”, me dejó un dulce sabor. Pienso que el padre Pallais debería ser más conocido, más estudiado, más difundido.
¡ Y “Ahora, que la estrella me da su luz callada, / del ruido de este mundo no quiero saber nada.” !
18 abril 2011.

Generalmente cargo un libro para espantar mis males y malos pensamientos. Y para aprovechar el tiempo cuando viajo o cuando paso horas y días esperando resoluciones mediante trámites rápidos. Ahora le tocó el turno a Caminos, del padre y poeta Azarías H. Pallais (León, 1884-1954). Lo comencé en una oficina. Para terminarlo me lo llevé de viaje a Estelí, por si acaso en el bus se podía leer. Lo disfruté un rato, a pesar de la música con muy mal sonido. Luego vino la película de boxeo, karate y ruido que el chofer eligió para confort de sus clientes; que, en su mayoría, iban conversando, hablando por teléfono, queriendo dormir o escuchando su propia música desde un reproductor personal. Ya no pude leer más.
Como me dejó motivada, tras regresar a Managua, me lo comencé de nuevo. Me atrapó con sus colores, sonidos, armonías, metáforas, y sentí un ritmo y un encanto que me apresuró mi ritmo de lectura. Me refrescó el espíritu con los caminos lavados por la lluvia y, en la última parte, “Yo soy el camino”, me recordó que estaba en Semana Santa, cuando el ruido se va de la ciudad, que ojalá se convirtiera en “Una ciudad lavada, sin polvo, nuevecita, / donde reza el aseo su plegaria bendita.” En silencio, con palmas y burritos. Y sin pólvora ni parlantes.
Azarías H. Pallais me había interesado por el poema “Entierro de pobre”, o al menos fue lo que me motivó a saber más sobre él. Pensaba que su poesía estaba relacionada más con la caridad, con los pobres, con las injusticias y con asuntos religiosos. A medida que leía me di cuenta de que es eso y más: cuando avanzaba por sus Caminos, sucedió lo que tenía que suceder: en los caminos, y más en los que él describe, o más bien pinta y musicaliza, es lógico encontrarse con animales y plantas, y con la tranquilidad del campo. Ahora mi interés se multiplicó. Y “envueltos en profundo silencio, los caminos / nos inician en todos los secretos divinos.”

En casi todos los poemas está el silencio, inclusive uno lleva por título “Nuestro hermano el silencio”. El libro está compuesto de varias partes o caminos: los caminos después de la lluvia, los de las mañanitas inocentes, los soleados del mediodía, los del crepúsculo, lo no tan inocentes caminos de la noche; por último, “Yo soy el camino”. “Y todos los caminos ofrecen lo mejor, /cada cual a su modo su predilecta flor:”
Sus temas se van entremezclando y reiterando. Son como enredaderas tejiendo los caminos con una serie de bellas imágenes; “¡Silencio de los cielos, por la estrella dormida, / se empapan de silencio las rosas de mi vida!”. Y en ellos se juntan las diferentes sensaciones: hay “luces auditivas y músicas visuales”, color en los sonidos, sonido en los colores: “!Rumor de la hoja verde, silencioso rumor, / no hay cosa en este mundo que tenga mejor voz!” Y Todas las manifestaciones de la naturaleza hablan, callan, sienten: las estrellas tienen “voz callada” y hay silencio en la floración: “La tierra es un silencio de rama florecida”. Y las aves cantan en silencio: “De todas esas voces, yo prefiero el sonido / del ave que en sus notas prefiere no hacer ruido.”
Si existe un San Francisco de Asís que habla con la naturaleza, los nicaragüenses tenemos a un padre Pallais que le canta en silencio. No con altoparlantes, como en las ferias de medioambiente y de turismo ecológico. Nos dice: “El blasfemo de enfrente, burgués, cuerdo, sensato, /de Letras y de Ciencias, habla con aparato / Solemne, tan solemne, que pienso, con tristeza, / lástima que no sea verdad tanta belleza”.
Y no sólo nos habla de los caminos lavados por la lluvia, también de los caminos ensuciados por la sociedad: “Pasen los charlatanes con sus gritos ruidosos, / Yo riego mi Evangelio sobre los silenciosos.” “Y viendo los detalles del paisaje inocente, /me olvido de las burlas amargas de la gente”. O, “Que se hunda el mentiroso, que muera el opresor, / Que venga a nos tu Reino de Justicia y Amor.” Y como en todos los tiempos las leyes son para violarlas, nos recuerda que “En el poder, los hombres se burlan de las leyes”.
Con esta obra, estrella silenciosa, si se quiere comprender, hay para rato; sus menciones a lugares, culturas, escritores, poetas, pintores, etc. necesitan una lectura profunda, investigativa. Aún así, leído con la rapidez de las “mariposas explosivas”, me dejó un dulce sabor. Pienso que el padre Pallais debería ser más conocido, más estudiado, más difundido.
¡ Y “Ahora, que la estrella me da su luz callada, / del ruido de este mundo no quiero saber nada.” !
18 abril 2011.
sábado, 26 de febrero de 2011
Campaña electoral y contaminación ambiental
Doraldina Zeledón Úbeda
Madre, que dar pudiste de tu vientre pequeño
tantas rubias bellezas y tropical tesoro,
tanto lago de azures, tanta rosa de oro,
tanta paloma dulce, tanto tigre zahareño.
Yo te ofrezco el acero en que forjé mi empeño,
la caja de armonía que guarda mi tesoro,
la peaña de diamantes del ídolo que adoro
y te ofrezco mi esfuerzo, y mi nombre y mi sueño.
“Nicaragua”, Rubén Darío (1889).
Ríos sin agua, bosques sin árboles, fauna sin aves ni “tigre zahareño”; urbanismo sin urbanización, terrenos sin suelo, lagunas-basureros, descanso sin tranquilidad, niños sin futuro: sucios, desnutridos, enfermos. Todo producto de los problemas ambientales originados por la misma humanidad: contaminación de ríos que hacen escasear el agua, incendios sin planes de prevención, tala incontrolada de bosques; consumismo y falta de educación que aumentan el problema de la basura y el agotamiento de los recursos naturales; el ruido que no nos importa; la emisión de gases de los vehículos que contamina y calienta la atmósfera; en fin, la muerte de los “lagos azures”, el deterioro de ecosistemas y paisajes, pérdida del “tropical tesoro”, de la biodiversidad gracias a la cual vivimos y que Darío cantara hace más de un siglo, pero que si viniera, no encontraría.
Son estos algunos de los problemas ambientales en el país y en cada municipio, además de la pobreza, debido a la injusta distribución de la riqueza que Dios le dio a Nicaragua, pero que no hemos sabido valorar ni compartir.
Todas las áreas de la gestión deberían contemplar la dimensión ambiental: en la ordenación del territorio, en la construcción, en el transporte, en el comercio, en la educación. El medioambiente debería ser parte de los planes y programas, y por ende de los presupuestos, porque si dicen que defienden el medio ambiente, pero no contemplan una partida financiera, no harán mucho. También se debe integrar en las relaciones internacionales, para adquirir recursos, económicos, técnicos, profesionales, etc.
El trabajo por el medioambiente tenemos que tomarlo más en serio, no sólo las autoridades, todos tenemos la obligación, no podemos seguir contaminando y destruyendo los recursos naturales. Ni quejándonos por la falta de agua, del calor o del ruido, tenemos que actuar conjuntamente con las autoridades. Si cada persona aporta en la medida de sus posibilidades, si no esperamos a que nos resuelvan todos los problemas sin mover un dedo, la sociedad sería otra. Hay municipios muy laboriosos, de los cuales emana vida, dinamismo y hasta orgullo, que si se lo proponen, arrancarían de verdad, sin estar esperando que el país arranque sobre la base de discursos y pactos. Y corrupción sobre corrupción. Pero se necesita líderes, autoridades que no defrauden al pueblo. Y se necesita ciudadanos y ciudadanas que, como Rubén Darío, cada quien en su dimensión, le digan a su terruño: “y te ofrezco mi esfuerzo, y mi nombre y mi sueño”.
Estamos en período de elecciones. Seguramente cada candidato habrá integrado a su programa la defensa del medioambiente. Ahora que comiencen, desmenucemos los programas, veamos cuál es la realidad o si sólo serán parte de los discursos. Analicemos a los candidatos y candidatas, cuál ha sido su compromiso por el medioambiente y su grado de credibilidad. Entonces, nuestro voto sería por el programa que más defienda el medioambiente y por el candidato más creíble.
Y si el medioambiente sigue siendo la cenicienta, entonces, deberíamos hacer un listado de los problemas ambientales y las estrategias para enfrentarlos, y aportar sugerencias para que los candidatos las integren en sus programas. Por ejemplo, incluir planes contra incendios, para estar preparados y que las llamas no se lleven nuestros pinos, y no seguir apagando el fuego con las ramas de los mismos árboles. Proyectos de educación ambiental, no sólo en las escuelas, ni sólo relacionados con la siembra de árboles o recogida de basura, sino programas integrales relacionados con las diferentes áreas del medioambiente; y no como una asignatura que haya que aprobar, sino para formar hábitos y valores, para sensibilizarnos y actuar con responsabilidad en el medio y por el medio. Y aplicar la Ley. Incentivos para las personas y organizaciones que trabajan por el medioambiente, como lo contempla la Ley 217. Reforestación. Iniciativas de leyes, por ejemplo para un sistema de reducción y gestión de residuos y no quedarnos sólo en recoger la basura y trasladar el problema a otro lugar, es como quitar la basura del frente de la casa y llevarla al patio, para que no se vea. O la ley de ruido, o cumplir la ley de costas, para que el turismo desordenado no siga comiéndose la tranquilidad que buscan los turistas o los pedacitos de costa que aún quedan, como en San Juan del Sur.
Tantos problemas ambientales, tantas acciones por realizar. Las elecciones deberían ser un reto para mejorar la calidad de vida de todos, mejorando el medio ambiente. Veamos qué ofrecen. Y digámosles: “mi voto es ecológico”. Pero no basta el voto, hay que darles seguimiento y apoyarlos. ¿Y si no cumplen?, ¡a botarlos!
Mayo, 2004, año de elecciones municipales. Editado febrero 2011, año de elecciones nacinales.
http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/28219
24 de MAYO de 2004 Hora local 09:14 A.M. | Managua, Nicaragua
Madre, que dar pudiste de tu vientre pequeño
tantas rubias bellezas y tropical tesoro,
tanto lago de azures, tanta rosa de oro,
tanta paloma dulce, tanto tigre zahareño.
Yo te ofrezco el acero en que forjé mi empeño,
la caja de armonía que guarda mi tesoro,
la peaña de diamantes del ídolo que adoro
y te ofrezco mi esfuerzo, y mi nombre y mi sueño.
“Nicaragua”, Rubén Darío (1889).
Ríos sin agua, bosques sin árboles, fauna sin aves ni “tigre zahareño”; urbanismo sin urbanización, terrenos sin suelo, lagunas-basureros, descanso sin tranquilidad, niños sin futuro: sucios, desnutridos, enfermos. Todo producto de los problemas ambientales originados por la misma humanidad: contaminación de ríos que hacen escasear el agua, incendios sin planes de prevención, tala incontrolada de bosques; consumismo y falta de educación que aumentan el problema de la basura y el agotamiento de los recursos naturales; el ruido que no nos importa; la emisión de gases de los vehículos que contamina y calienta la atmósfera; en fin, la muerte de los “lagos azures”, el deterioro de ecosistemas y paisajes, pérdida del “tropical tesoro”, de la biodiversidad gracias a la cual vivimos y que Darío cantara hace más de un siglo, pero que si viniera, no encontraría.
Son estos algunos de los problemas ambientales en el país y en cada municipio, además de la pobreza, debido a la injusta distribución de la riqueza que Dios le dio a Nicaragua, pero que no hemos sabido valorar ni compartir.
Todas las áreas de la gestión deberían contemplar la dimensión ambiental: en la ordenación del territorio, en la construcción, en el transporte, en el comercio, en la educación. El medioambiente debería ser parte de los planes y programas, y por ende de los presupuestos, porque si dicen que defienden el medio ambiente, pero no contemplan una partida financiera, no harán mucho. También se debe integrar en las relaciones internacionales, para adquirir recursos, económicos, técnicos, profesionales, etc.
El trabajo por el medioambiente tenemos que tomarlo más en serio, no sólo las autoridades, todos tenemos la obligación, no podemos seguir contaminando y destruyendo los recursos naturales. Ni quejándonos por la falta de agua, del calor o del ruido, tenemos que actuar conjuntamente con las autoridades. Si cada persona aporta en la medida de sus posibilidades, si no esperamos a que nos resuelvan todos los problemas sin mover un dedo, la sociedad sería otra. Hay municipios muy laboriosos, de los cuales emana vida, dinamismo y hasta orgullo, que si se lo proponen, arrancarían de verdad, sin estar esperando que el país arranque sobre la base de discursos y pactos. Y corrupción sobre corrupción. Pero se necesita líderes, autoridades que no defrauden al pueblo. Y se necesita ciudadanos y ciudadanas que, como Rubén Darío, cada quien en su dimensión, le digan a su terruño: “y te ofrezco mi esfuerzo, y mi nombre y mi sueño”.
Estamos en período de elecciones. Seguramente cada candidato habrá integrado a su programa la defensa del medioambiente. Ahora que comiencen, desmenucemos los programas, veamos cuál es la realidad o si sólo serán parte de los discursos. Analicemos a los candidatos y candidatas, cuál ha sido su compromiso por el medioambiente y su grado de credibilidad. Entonces, nuestro voto sería por el programa que más defienda el medioambiente y por el candidato más creíble.
Y si el medioambiente sigue siendo la cenicienta, entonces, deberíamos hacer un listado de los problemas ambientales y las estrategias para enfrentarlos, y aportar sugerencias para que los candidatos las integren en sus programas. Por ejemplo, incluir planes contra incendios, para estar preparados y que las llamas no se lleven nuestros pinos, y no seguir apagando el fuego con las ramas de los mismos árboles. Proyectos de educación ambiental, no sólo en las escuelas, ni sólo relacionados con la siembra de árboles o recogida de basura, sino programas integrales relacionados con las diferentes áreas del medioambiente; y no como una asignatura que haya que aprobar, sino para formar hábitos y valores, para sensibilizarnos y actuar con responsabilidad en el medio y por el medio. Y aplicar la Ley. Incentivos para las personas y organizaciones que trabajan por el medioambiente, como lo contempla la Ley 217. Reforestación. Iniciativas de leyes, por ejemplo para un sistema de reducción y gestión de residuos y no quedarnos sólo en recoger la basura y trasladar el problema a otro lugar, es como quitar la basura del frente de la casa y llevarla al patio, para que no se vea. O la ley de ruido, o cumplir la ley de costas, para que el turismo desordenado no siga comiéndose la tranquilidad que buscan los turistas o los pedacitos de costa que aún quedan, como en San Juan del Sur.
Tantos problemas ambientales, tantas acciones por realizar. Las elecciones deberían ser un reto para mejorar la calidad de vida de todos, mejorando el medio ambiente. Veamos qué ofrecen. Y digámosles: “mi voto es ecológico”. Pero no basta el voto, hay que darles seguimiento y apoyarlos. ¿Y si no cumplen?, ¡a botarlos!
Mayo, 2004, año de elecciones municipales. Editado febrero 2011, año de elecciones nacinales.
http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/28219
24 de MAYO de 2004 Hora local 09:14 A.M. | Managua, Nicaragua
Quien contamina paga
Doraldina Zeledón Úbeda
“Quien contamina paga” es un principio internacional del Derecho Ambiental. Significa que las empresas, instituciones, organizaciones, partidos políticos, países y personas que contaminan deben asumir los costos que implica esa contaminación. Se debe evitar que las víctimas, el Estado o la sociedad asuman los costos por los efectos adversos de sus actividades sobre el medio ambiente y las personas.
Después de las elecciones, las alcaldías están limpiando o buscando cómo limpiar la basura que deja la campaña. Algunos alcaldes han dicho que los partidos políticos es difícil que paguen y que solicitarán apoyo al Consejo Supremo Electoral para que les ayude: de lo que corresponde rembolsar a cada partido en concepto de gastos en la campaña, que se le retenga lo concerniente a la limpieza de la basura electoral.
Hay dos situaciones, en primer lugar, debería estar establecido en la Ley Electoral; segundo, si se paga por esta vía, sería el pueblo quien pague con sus impuestos, y no quien contamina. Pero al menos que no se les regrese lo que significa el desmontaje; sin embargo, el costo en recursos, y el costo que significa para el medioambiente toda esta basura, seguirá sin pagarse.
Quienes deberían pagar son los partidos políticos y las agencias de publicidad. El presupuesto de las campañas debería incluir el desmontaje. Pero como esto tampoco arregla el problema ambiental y de gastos, debería establecerse un costo máximo para las campañas. Y no sólo para asumir la descontaminación, debe establecerse una cantidad máxima de soportes publicitarios. Se debe cuantificar todo, por varias razones: evitar la contaminación con la propia campaña, evitar que el pueblo pague el desmontaje; minimizar la producción de residuos; ahorrar recursos. Porque no es ético que mientras haya tanta pobreza se gaste tanto en promesas (alguien dirá que soy ingenua al pensar en ética electoral, pero a lo mejor sí es válido, si se reconcilia la necesidad con el derroche). Y es injusto que cerca de un ranchito a oscuras en la carretera haya un gran rótulo iluminado y a todo color; que por todas las calles haya mantas publicitarias, mientras por todas las calles y campos andan personas con trapos rotos. Es una burla que mientras en el Hospital Materno Infantil Fernando Vélez Paiz haga falta un rótulo para pedir a los conductores que no suenen la bocina, haya cientos de mensajes electorales ofreciendo salud y besando niños y niñas. Es triste que mientras se gasta tanto en las campañas, haya estudiantes que no tienen cuadernos, ya no digamos los que ni siquiera tienen acceso a la escuela. Bueno, podría todo esto ser aceptable si gracias a tanta publicidad, las personas no olvidan las promesas de todos los partidos y exigen para que se hagan realidad con el actuar de todos los electos.
Pero “quien contamina paga” no se refiere sólo a los políticos. Incumbe a todo el que contamina. Por ejemplo, ante los malos olores o los gases emanados por una fábrica, o los residuos que pudren las aguas y el aire, como en el valle de Sébaco, la gente tiene que gastar en recuperar su salud. Ante el ruido de un restaurante, una discoteca, una fábrica, las víctimas, si pueden, tienen que aislar sus viviendas para evitar la inmisión sonora y gastar en medicina debido a los efectos que sufren, pero quien debe asumir todos esos gastos es la empresa que contamina. Dice la Organización Mundial de la Salud que “los responsables de la fuente de ruido deben asumir los costos totales asociados con la contaminación sonora (incluido el monitoreo, manejo, reducción y supervisión)”.
Hay que enfatizar que el principio “quien contamina paga” no se refiere sólo a indemnizar o a mitigar los daños al medioambiente, sino a invertir para evitar la contaminación. No significa que voy a contaminar y luego voy a pagar, sino evitar la contaminación pagando para implementar medidas preventivas; de ahí que los principios del Derecho Ambiental van concatenados: junto a quien contamina paga tenemos los principios de prevención y precaución.
Para asegurar que las empresas indemnicen, hay muchos instrumentos, como el seguro ecológico. Un requisito para cada partido debería ser este seguro no sólo para desmontar la campaña, sino para indemnizar a quienes fueron afectados, por ejemplo, los controlistas de los estruendosos equipos de sonido.
Ojalá que para las futuras campañas los partidos políticos ya tengan seguro ecológico, para que las alcaldías, vale decir el pueblo, no asuman el desmontaje de la basura electoral. Esto debería ser para todas las empresas, instituciones y organizaciones contaminantes.
Managua, Nicaragua - Miércoles 29 de Noviembre de 2006 - Edición 9446
http://impreso.elnuevodiario.com.ni/2006/11/29/opinion/35085
“Quien contamina paga” es un principio internacional del Derecho Ambiental. Significa que las empresas, instituciones, organizaciones, partidos políticos, países y personas que contaminan deben asumir los costos que implica esa contaminación. Se debe evitar que las víctimas, el Estado o la sociedad asuman los costos por los efectos adversos de sus actividades sobre el medio ambiente y las personas.
Después de las elecciones, las alcaldías están limpiando o buscando cómo limpiar la basura que deja la campaña. Algunos alcaldes han dicho que los partidos políticos es difícil que paguen y que solicitarán apoyo al Consejo Supremo Electoral para que les ayude: de lo que corresponde rembolsar a cada partido en concepto de gastos en la campaña, que se le retenga lo concerniente a la limpieza de la basura electoral.
Hay dos situaciones, en primer lugar, debería estar establecido en la Ley Electoral; segundo, si se paga por esta vía, sería el pueblo quien pague con sus impuestos, y no quien contamina. Pero al menos que no se les regrese lo que significa el desmontaje; sin embargo, el costo en recursos, y el costo que significa para el medioambiente toda esta basura, seguirá sin pagarse.
Quienes deberían pagar son los partidos políticos y las agencias de publicidad. El presupuesto de las campañas debería incluir el desmontaje. Pero como esto tampoco arregla el problema ambiental y de gastos, debería establecerse un costo máximo para las campañas. Y no sólo para asumir la descontaminación, debe establecerse una cantidad máxima de soportes publicitarios. Se debe cuantificar todo, por varias razones: evitar la contaminación con la propia campaña, evitar que el pueblo pague el desmontaje; minimizar la producción de residuos; ahorrar recursos. Porque no es ético que mientras haya tanta pobreza se gaste tanto en promesas (alguien dirá que soy ingenua al pensar en ética electoral, pero a lo mejor sí es válido, si se reconcilia la necesidad con el derroche). Y es injusto que cerca de un ranchito a oscuras en la carretera haya un gran rótulo iluminado y a todo color; que por todas las calles haya mantas publicitarias, mientras por todas las calles y campos andan personas con trapos rotos. Es una burla que mientras en el Hospital Materno Infantil Fernando Vélez Paiz haga falta un rótulo para pedir a los conductores que no suenen la bocina, haya cientos de mensajes electorales ofreciendo salud y besando niños y niñas. Es triste que mientras se gasta tanto en las campañas, haya estudiantes que no tienen cuadernos, ya no digamos los que ni siquiera tienen acceso a la escuela. Bueno, podría todo esto ser aceptable si gracias a tanta publicidad, las personas no olvidan las promesas de todos los partidos y exigen para que se hagan realidad con el actuar de todos los electos.
Pero “quien contamina paga” no se refiere sólo a los políticos. Incumbe a todo el que contamina. Por ejemplo, ante los malos olores o los gases emanados por una fábrica, o los residuos que pudren las aguas y el aire, como en el valle de Sébaco, la gente tiene que gastar en recuperar su salud. Ante el ruido de un restaurante, una discoteca, una fábrica, las víctimas, si pueden, tienen que aislar sus viviendas para evitar la inmisión sonora y gastar en medicina debido a los efectos que sufren, pero quien debe asumir todos esos gastos es la empresa que contamina. Dice la Organización Mundial de la Salud que “los responsables de la fuente de ruido deben asumir los costos totales asociados con la contaminación sonora (incluido el monitoreo, manejo, reducción y supervisión)”.
Hay que enfatizar que el principio “quien contamina paga” no se refiere sólo a indemnizar o a mitigar los daños al medioambiente, sino a invertir para evitar la contaminación. No significa que voy a contaminar y luego voy a pagar, sino evitar la contaminación pagando para implementar medidas preventivas; de ahí que los principios del Derecho Ambiental van concatenados: junto a quien contamina paga tenemos los principios de prevención y precaución.
Para asegurar que las empresas indemnicen, hay muchos instrumentos, como el seguro ecológico. Un requisito para cada partido debería ser este seguro no sólo para desmontar la campaña, sino para indemnizar a quienes fueron afectados, por ejemplo, los controlistas de los estruendosos equipos de sonido.
Ojalá que para las futuras campañas los partidos políticos ya tengan seguro ecológico, para que las alcaldías, vale decir el pueblo, no asuman el desmontaje de la basura electoral. Esto debería ser para todas las empresas, instituciones y organizaciones contaminantes.
Managua, Nicaragua - Miércoles 29 de Noviembre de 2006 - Edición 9446
http://impreso.elnuevodiario.com.ni/2006/11/29/opinion/35085
jueves, 6 de enero de 2011
Sistema de salud: “¿por qué tiene que ser el único?”
Doraldina Zeledón Úbeda
END - 19:37 - 05/01/2011
http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/91734
“Patch Adams” es la película basada en la historia del médico Hunter Adams. Después del suicidio de su tío, se internó en un psiquiátrico porque también él trató de hacerlo. Lo ubicaron con Rudy, quien tenía miedo a las ardillas que supuestamente invadían la habitación. En lugar de enojarse o pedirle que se callara, lo invitó a que jugaran a matarlas. Logró que pasara feliz y dejara el miedo. En una sesión con el doctor y otros internos, consiguió que éstos disfrutaran del encuentro. Se convenció de que era fácil comunicarse con los demás y ayudarles a mejorar su salud, mientras observaba que los médicos ni siquiera veían a los pacientes cuando hablaban con ellos. Un científico internado le enseñó a “ver lo que los otros no ven, lo que deciden no ver”. Y así, Patch “volvería a encontrar el buen camino, en el lugar más inesperado”.
Decidió salirse del hospital para estudiar medicina, convencido de las carencias del sistema. En la Facultad comienza a cuestionar esquemas y a querer cambiar la indiferencia, la fría relación profesional, por una relación de amor con los pacientes, especialmente mediante la comunicación, incluido el humor. De ahí, el “Médico de la Risa”. Yo diría, el médico comunicador, el médico del amor, aunque por sus conceptos, esto sería redundante.
Patch le da mucha importancia al acto de escuchar. Dice que su tío lo escuchaba, que le ayudaba. Luego él ayuda a los pacientes. “Haciendo algo tan sencillo, como es escuchar, lo que lo convierte en médico”. Consigue el apoyo de las enfermeras que le permiten entrar a las salas a escondidas del Director. También logra ser el mejor alumno. Y su estudioso compañero de habitación, que no creía en sus ideas, le pide ayuda: “sé todo lo necesario, pero no puedo hacerla que coma, tú tienes ese don”.
Cuestiona que a los hospitalizados los llamen por números. Cuando el profesor pregunta si tienen dudas, Patch interroga: “¿cómo se llama la paciente?” Y es aleccionadora su respuesta al Director de la Escuela, quien sí lo comprende, pero le dice: “el sistema es lo que es y es lo que tenemos”. Él le contesta: “¿Por qué tiene que ser el único? ¿Por qué no cambiarlo?” Y demuestra que se puede transformar, cambiando los paradigmas.
Para el Decano los médicos no se deben rebajar hasta los pacientes, porque destruyen la objetividad. Lo censura por pretender modificar las normas, producto de siglos de experiencia. Inclusive le critica ser “demasiado feliz”: si quiere ser payaso, váyase a un circo, los enfermos no buscan un payaso o un amigo, necesitan un médico. Patch afirma que en el psiquiátrico quienes le ayudaron fueron sus compañeros, no los médicos. Y cuando decide organizar su hospital declara que utilizarán el humor para curar y no habrá títulos ni jefes. El objetivo será el amor. Y el aprendizaje, la meta más alta, pero en contacto con las personas. Su método será juntar la teoría con la práctica, donde todos serán médicos y pacientes a la vez. En cambio, en la Facultad buscan el reconocimiento, la bata blanca, el título.
Y creó la clínica. Durante el juicio para ver si continuaba o lo expulsaban por ejercer sin licencia, acepta que es culpable “si dar tratamiento es abrir la puerta a los necesitados, a los que sufren, al que busca ayuda física o sicológica; cuidarlos, escucharlos…”. Y ante la pregunta de qué habría hecho en caso de muerte, responde: “Si vamos a luchar contra la muerte, luchemos contra la indiferencia que es el peor enemigo”. “¿Por qué no tratar la muerte con una dosis de humanidad, dignidad, decencia y si no hay otro remedio, con humor?” “La misión del médico no debería reducirse sólo a prevenir la muerte, sino en mejorar la calidad de vida; por eso, si se trata una enfermedad se gana o se pierde. Si se trata a la persona, puedo garantizarles que siempre se gana, no importa el resultado” Y les dice que quiere ser médico para servir y que si no le permiten seguir en la Facultad, no le impedirán estudiar y ayudar a los demás, aunque no tenga la bata blanca.
Lo que observaba Patch, lo vemos aquí. Y más. En los centros privados los médicos son muy amables, pero algunos, mientras hablamos, están frente a su computadora o con el celular. Y en los mal llamados hospitales gratuitos (pagamos mediante impuestos) no están frente a la computadora, sino ante una gran fila, y no tienen tiempo para volverte a ver. Pero no creo que hagan daño por dolo. El problema es el sistema enfermo o la interrelación de los sistemas que se infectan de forma crónica. Porque esto no es nuevo, pero poco hacemos. Y esperamos que alguien venga a salvarnos. O nos acostumbramos a que “el sistema es lo que es y es lo que tenemos”. Es más cómodo. ¿Por qué no eliminar el sarro que paraliza las pinzas, las mentes, los cuerpos, las instituciones y los sistemas?
Bueno, hay médicos que fabrican tiempo para escuchar y explicar. Dan confianza y devuelven la vida o al menos las ganas de vivir. A lo mejor, en cada hospital y en cada facultad, hay un Patch Adams que no encaje en el sistema, y “aprende a ver lo que los demás no ven o deciden no ver, por temor, conformismo o pereza” y se pregunte “¿por qué no cambiarlo?”
El Dr. Hunter “Patch” Adams es también payaso profesional, conferencista, escritor. Ha estado en hospitales, universidades, institutos de América Latina. Viaja por el mundo llevando salud con alegría y amor.
doraldinazu@gmail.com
END - 19:37 - 05/01/2011
http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/91734
“Patch Adams” es la película basada en la historia del médico Hunter Adams. Después del suicidio de su tío, se internó en un psiquiátrico porque también él trató de hacerlo. Lo ubicaron con Rudy, quien tenía miedo a las ardillas que supuestamente invadían la habitación. En lugar de enojarse o pedirle que se callara, lo invitó a que jugaran a matarlas. Logró que pasara feliz y dejara el miedo. En una sesión con el doctor y otros internos, consiguió que éstos disfrutaran del encuentro. Se convenció de que era fácil comunicarse con los demás y ayudarles a mejorar su salud, mientras observaba que los médicos ni siquiera veían a los pacientes cuando hablaban con ellos. Un científico internado le enseñó a “ver lo que los otros no ven, lo que deciden no ver”. Y así, Patch “volvería a encontrar el buen camino, en el lugar más inesperado”.
Decidió salirse del hospital para estudiar medicina, convencido de las carencias del sistema. En la Facultad comienza a cuestionar esquemas y a querer cambiar la indiferencia, la fría relación profesional, por una relación de amor con los pacientes, especialmente mediante la comunicación, incluido el humor. De ahí, el “Médico de la Risa”. Yo diría, el médico comunicador, el médico del amor, aunque por sus conceptos, esto sería redundante.
Patch le da mucha importancia al acto de escuchar. Dice que su tío lo escuchaba, que le ayudaba. Luego él ayuda a los pacientes. “Haciendo algo tan sencillo, como es escuchar, lo que lo convierte en médico”. Consigue el apoyo de las enfermeras que le permiten entrar a las salas a escondidas del Director. También logra ser el mejor alumno. Y su estudioso compañero de habitación, que no creía en sus ideas, le pide ayuda: “sé todo lo necesario, pero no puedo hacerla que coma, tú tienes ese don”.
Cuestiona que a los hospitalizados los llamen por números. Cuando el profesor pregunta si tienen dudas, Patch interroga: “¿cómo se llama la paciente?” Y es aleccionadora su respuesta al Director de la Escuela, quien sí lo comprende, pero le dice: “el sistema es lo que es y es lo que tenemos”. Él le contesta: “¿Por qué tiene que ser el único? ¿Por qué no cambiarlo?” Y demuestra que se puede transformar, cambiando los paradigmas.
Para el Decano los médicos no se deben rebajar hasta los pacientes, porque destruyen la objetividad. Lo censura por pretender modificar las normas, producto de siglos de experiencia. Inclusive le critica ser “demasiado feliz”: si quiere ser payaso, váyase a un circo, los enfermos no buscan un payaso o un amigo, necesitan un médico. Patch afirma que en el psiquiátrico quienes le ayudaron fueron sus compañeros, no los médicos. Y cuando decide organizar su hospital declara que utilizarán el humor para curar y no habrá títulos ni jefes. El objetivo será el amor. Y el aprendizaje, la meta más alta, pero en contacto con las personas. Su método será juntar la teoría con la práctica, donde todos serán médicos y pacientes a la vez. En cambio, en la Facultad buscan el reconocimiento, la bata blanca, el título.
Y creó la clínica. Durante el juicio para ver si continuaba o lo expulsaban por ejercer sin licencia, acepta que es culpable “si dar tratamiento es abrir la puerta a los necesitados, a los que sufren, al que busca ayuda física o sicológica; cuidarlos, escucharlos…”. Y ante la pregunta de qué habría hecho en caso de muerte, responde: “Si vamos a luchar contra la muerte, luchemos contra la indiferencia que es el peor enemigo”. “¿Por qué no tratar la muerte con una dosis de humanidad, dignidad, decencia y si no hay otro remedio, con humor?” “La misión del médico no debería reducirse sólo a prevenir la muerte, sino en mejorar la calidad de vida; por eso, si se trata una enfermedad se gana o se pierde. Si se trata a la persona, puedo garantizarles que siempre se gana, no importa el resultado” Y les dice que quiere ser médico para servir y que si no le permiten seguir en la Facultad, no le impedirán estudiar y ayudar a los demás, aunque no tenga la bata blanca.
Lo que observaba Patch, lo vemos aquí. Y más. En los centros privados los médicos son muy amables, pero algunos, mientras hablamos, están frente a su computadora o con el celular. Y en los mal llamados hospitales gratuitos (pagamos mediante impuestos) no están frente a la computadora, sino ante una gran fila, y no tienen tiempo para volverte a ver. Pero no creo que hagan daño por dolo. El problema es el sistema enfermo o la interrelación de los sistemas que se infectan de forma crónica. Porque esto no es nuevo, pero poco hacemos. Y esperamos que alguien venga a salvarnos. O nos acostumbramos a que “el sistema es lo que es y es lo que tenemos”. Es más cómodo. ¿Por qué no eliminar el sarro que paraliza las pinzas, las mentes, los cuerpos, las instituciones y los sistemas?
Bueno, hay médicos que fabrican tiempo para escuchar y explicar. Dan confianza y devuelven la vida o al menos las ganas de vivir. A lo mejor, en cada hospital y en cada facultad, hay un Patch Adams que no encaje en el sistema, y “aprende a ver lo que los demás no ven o deciden no ver, por temor, conformismo o pereza” y se pregunte “¿por qué no cambiarlo?”
El Dr. Hunter “Patch” Adams es también payaso profesional, conferencista, escritor. Ha estado en hospitales, universidades, institutos de América Latina. Viaja por el mundo llevando salud con alegría y amor.
doraldinazu@gmail.com
miércoles, 22 de diciembre de 2010
“Enseñarás a volar...pero no volarán tu vuelo”
END - 21:01 - 21/12/2010
Pero sabrás
que cada vez que ellos vuelen, sueñen,
vivan, canten y piensen...
¡Estará en ellos la semilla
del camino enseñado y aprendido!
Madre Teresa de Calcuta
Desde mi opción por el magisterio, conocí a la profesora Socorro Bonilla. Tuve el placer de ser su alumna en la asignatura “Técnicas de expresión oral”, en la carrera de español. Sí, era placer, porque fue una clase muy bonita. Y exigente. Me gustaba observarla, siempre andaba elegante. Su postura, su vestido y accesorios, sus palabras, todo en ella armonizaba. Su sola presencia hablaba.
Eran sesiones durante las cuales nos daba de todo: rigor, arte, ciencia, sentimientos. Me gustaba, a pesar de la tensión; pues como es lógico, había que expresarse de forma oral. Y cada día sudábamos, esperando que nos llegara el turno de pasar adelante para leer, describir, narrar o argumentar algo. Con ella conocí la declamación coral. Decía que los profesores y las profesoras deberíamos ser artistas.
Lo bonito y lo exigente era aprender a comunicarnos con la voz, el cuerpo, los desplazamientos, la distancia o la cercanía, la mirada, los gestos, el silencio, el sentimiento, la vestimenta, la postura, el formato y tipo de papel que contenía nuestro mensaje; el arreglo del escenario para que no interfiera la comunicación, sino que la permita y la refuerce. Y el uso correcto de las palabras, los sinónimos para evitar el empobrecimiento del lenguaje. Desde encontrar la “palabra exacta”, la estructura de la oración, hasta llegar al discurso, a la organización del pensamiento y su coherencia y enriquecimiento con la expresión oral. Y la coherencia con el ser. Además de todos los requisitos de la forma, las lecturas que seleccionaba tenían un contenido profundo. Recuerdo “El ruiseñor y la rosa” o “Que despierte el leñador”. Las técnicas del discurso se hermanaban con el mensaje para marcar huellas poderosas. Por supuesto, se necesitaba la práctica y dominio del tema que ella tenía.
No olvido el trabajo final. Nos orientó un discurso sobre un escritor nicaragüense. Yo elegí al Dr. Alejandro Dávila Bolaños, que recién lo había matado la guardia de Somoza, de forma terrible. Escribí sobre su vida, la obra y su muerte (lo sacaron del hospital, igual que a otros, los rociaron con gasolina y los quemaron vivos). Recuerdo que cuando leía mi trabajo, se me rodaban las lágrimas, y al ver al público, observé que a varias compañeras les pasaba lo mismo. Era algo muy fuerte y reciente; y me recordaba a familiares y conocidos que murieron durante las insurrecciones de Estelí. Todavía el ruido de los helicópteros rozando el zinc y las miradas de los guardias, me electrizaban la columna. Pensé que no estaba en condiciones de aplicar las técnicas. Y le dije: profesora, ya no puedo seguir. Se me acercó y me contestó, sí puede, lo está haciendo muy bien. Vamos, continúe. Pude contener la emoción y terminé (llorando).
Fue una asignatura que me marcó, además de ser una clase agradable, es útil en todas las profesiones y en cualquier ámbito de la vida. Y sin lugar a dudas, el hecho de aprender a callarme para poder escuchar y observar, fue otro de los elementos que me indujeron a valorar el silencio. O más bien, la ausencia de sonidos molestos, porque el silencio absoluto no existe. Entre más nos callemos, más sonidos escucharemos, inclusive el pensamiento y los sentimientos del interlocutor. Y las voces de nuestro corazón o las que claman sin hablar. O el canto apagado del ruiseñor.
Y cuando en la Universidad me preguntaron si quería impartir la asignatura para la carrera de Periodismo, no la pensé y lo primero que hice fue buscar los folletos de la profesora Socorro Bonilla y hacer mi adaptación. Al evaluar la clase, me preguntaba ¿cómo me evaluaría ella ahora? Porque nos enseñó a volar, pero jamás volaremos su vuelo.
Gracias, Profesora, que un coro de ángeles haya aplaudido a su llegada. Que tenga el escenario ideal para descansar feliz y en paz.
Publicado por Doraldina Zeledón Úbeda en 11:43
Pero sabrás
que cada vez que ellos vuelen, sueñen,
vivan, canten y piensen...
¡Estará en ellos la semilla
del camino enseñado y aprendido!
Madre Teresa de Calcuta
Desde mi opción por el magisterio, conocí a la profesora Socorro Bonilla. Tuve el placer de ser su alumna en la asignatura “Técnicas de expresión oral”, en la carrera de español. Sí, era placer, porque fue una clase muy bonita. Y exigente. Me gustaba observarla, siempre andaba elegante. Su postura, su vestido y accesorios, sus palabras, todo en ella armonizaba. Su sola presencia hablaba.
Eran sesiones durante las cuales nos daba de todo: rigor, arte, ciencia, sentimientos. Me gustaba, a pesar de la tensión; pues como es lógico, había que expresarse de forma oral. Y cada día sudábamos, esperando que nos llegara el turno de pasar adelante para leer, describir, narrar o argumentar algo. Con ella conocí la declamación coral. Decía que los profesores y las profesoras deberíamos ser artistas.
Lo bonito y lo exigente era aprender a comunicarnos con la voz, el cuerpo, los desplazamientos, la distancia o la cercanía, la mirada, los gestos, el silencio, el sentimiento, la vestimenta, la postura, el formato y tipo de papel que contenía nuestro mensaje; el arreglo del escenario para que no interfiera la comunicación, sino que la permita y la refuerce. Y el uso correcto de las palabras, los sinónimos para evitar el empobrecimiento del lenguaje. Desde encontrar la “palabra exacta”, la estructura de la oración, hasta llegar al discurso, a la organización del pensamiento y su coherencia y enriquecimiento con la expresión oral. Y la coherencia con el ser. Además de todos los requisitos de la forma, las lecturas que seleccionaba tenían un contenido profundo. Recuerdo “El ruiseñor y la rosa” o “Que despierte el leñador”. Las técnicas del discurso se hermanaban con el mensaje para marcar huellas poderosas. Por supuesto, se necesitaba la práctica y dominio del tema que ella tenía.
No olvido el trabajo final. Nos orientó un discurso sobre un escritor nicaragüense. Yo elegí al Dr. Alejandro Dávila Bolaños, que recién lo había matado la guardia de Somoza, de forma terrible. Escribí sobre su vida, la obra y su muerte (lo sacaron del hospital, igual que a otros, los rociaron con gasolina y los quemaron vivos). Recuerdo que cuando leía mi trabajo, se me rodaban las lágrimas, y al ver al público, observé que a varias compañeras les pasaba lo mismo. Era algo muy fuerte y reciente; y me recordaba a familiares y conocidos que murieron durante las insurrecciones de Estelí. Todavía el ruido de los helicópteros rozando el zinc y las miradas de los guardias, me electrizaban la columna. Pensé que no estaba en condiciones de aplicar las técnicas. Y le dije: profesora, ya no puedo seguir. Se me acercó y me contestó, sí puede, lo está haciendo muy bien. Vamos, continúe. Pude contener la emoción y terminé (llorando).
Fue una asignatura que me marcó, además de ser una clase agradable, es útil en todas las profesiones y en cualquier ámbito de la vida. Y sin lugar a dudas, el hecho de aprender a callarme para poder escuchar y observar, fue otro de los elementos que me indujeron a valorar el silencio. O más bien, la ausencia de sonidos molestos, porque el silencio absoluto no existe. Entre más nos callemos, más sonidos escucharemos, inclusive el pensamiento y los sentimientos del interlocutor. Y las voces de nuestro corazón o las que claman sin hablar. O el canto apagado del ruiseñor.
Y cuando en la Universidad me preguntaron si quería impartir la asignatura para la carrera de Periodismo, no la pensé y lo primero que hice fue buscar los folletos de la profesora Socorro Bonilla y hacer mi adaptación. Al evaluar la clase, me preguntaba ¿cómo me evaluaría ella ahora? Porque nos enseñó a volar, pero jamás volaremos su vuelo.
Gracias, Profesora, que un coro de ángeles haya aplaudido a su llegada. Que tenga el escenario ideal para descansar feliz y en paz.
Publicado por Doraldina Zeledón Úbeda en 11:43
Suscribirse a:
Entradas (Atom)