Nicaragua

Madre, que dar pudiste de tu vientre pequeño

tantas rubias bellezas y tropical tesoro,

tanto lago de azures, tanta rosa de oro,

tanta paloma dulce, tanto tigre zahareño.



Yo te ofrezco el acero en que forjé mi empeño,

la caja de armonía que guarda mi tesoro,

la peaña de diamantes del ídolo que adoro

y te ofrezco mi esfuerzo, y mi nombre y mi sueño.


Rubén Darío (1889).



Anidando en el porche

Anidando en el porche
dzu2012

miércoles, 27 de agosto de 2008

La tragedia del pinar, es nuestra tragedia

—Doraldina Zeledón Ubeda—Managua

He seguido la tragedia de mis paisanos, los pinos. Ver un pinar rojo en una fotografía, oír las noticias: la muerte de los pinares a causa de la plaga de gorgojo, me ha dado mucha tristeza, no sólo porque «son un pulmón», no sólo por la madera para las sillas y mesas de los pobres.

Me llamó la atención lo que dijo el periodista Mario Mejía, por una emisora: «nunca había visto dos pinos juntos, nunca había visto tres pinos juntos, y ahora vi miles, pero muriéndose... «

Y yo que he visto muchos pinos juntos, que sentí el aroma de los pinos en mi niñez, que nuestro árbol de Navidad era un árbol de pino, y que lo aprendí a adornar en mi escuelita de primaria, en San Rafael del Norte; cuando escuché la noticia me dio tanta tristeza... porque son miles de pinos, miles de familiares los que se mueren, y todos morimos con ellos.

! Oh pinos, oh hermanos en tierra y ambiente,  / yo so amo! Sois dulces, sois graves,/ diríase un árbol que piensa y que siente,/  mimado de auroras, poetas y aves.

Y con ellos se muere la música, la fresca sombra, las leyendas, la piscina del río, el agua del calabazo, la yerba, y el aroma del viento que todavía llega con mis recuerdos. («Oh pinos divinos, no os puedo olvidar!»)*. Tras las rojas heridas que deja el gorgojo, va apareciendo la sombra de la muerte de los pinos, la muerte de la Madre Tierra...¿y qué hacemos?

Otro periodista dijo: ¿ y qué va a pasar con las sillas, con las mesas ... ? Pero también con las «cajas» de los muertos pobres. Porque el pino da el oxígeno, da la vida; y también acompaña a los campesinos hasta la tumba, y seguramente en el cementerio habrá un pino celador.

Entiendo la importancia material de los pinos; pero para mí, tienen algo especial. Cierto, son  madera para muebles de pobres, y también es apreciada por quienes tienen gusto: su color, su textura, dan un bonito mueble; pero tienen un valor incalculable: los pinos todavía son la tea que ilumina los hogares de los campesinos, son el mejor árbol de Navidad, son el aroma de las frescas mañanas que aún se sienten en el Norte.

Sombríos, sin oro del sol, taciturnos,* en medio de brumas glaciales y en montañas de ensueños, oh pinos nocturnos, ¡Oh pinos del norte, sois bellos también!

Si a la Tierra no se le hubiese puesto cercas, seguramente todos sabríamos valorar, desde nuestra experiencia, la belleza e importancia de la Naturaleza, y entonces todos sembraríamos árboles, pero no en el techo de la casa vecina, sino en el campo, en los solares amplios; y seguramente, se unirían a nuestro dolor por la muerte del pinar.

Ojalá que este año el Banco de Finanzas regale pinos, y financie la convalecencia del pinar. Ojalá que los pinos que subsistan a esta crisis, como subsisten los campesinos, como subsisten los niños quemados por el sol y el pavimento, tengan un foro para sensibilizar; pero sobre todo, asistencia técnica, y una mano que los cure y alimente.

*La canción de los pinos, Canto Errante, Rubén Darío, Madrid, 1907.

El Nuevo Diario. Martes 1 de Mayo de 2001 Managua, Nicaragua
********

La canción de los pinos
Rubén Darío


Oh pinos, oh hermanos en tierra y ambiente,
yo os amo. Sois dulces, sois buenos, sois graves.
Diríase un árbol que piensa y que siente,
mimado de auroras, poetas y aves.
Tocó vuestra frente la alada sandalia;
habéis sido mástil, proscenio, curul,
oh pinos solares, oh pinos de Italia,
bañados de gracia, de gloria, de azul.

Sombríos, sin oro del sol, taciturnos,
en medio de brumas glaciales y en
montañas de ensueños, oh pinos nocturnos,
¡oh pinos del Norte, sois bellos también!

Con gestos de estatuas, de mimos, de actores,
tendiendo a la dulce caricia del mar,
¡oh pinos de Nápoles, rodeados de flores,
oh pinos divinos, no os puedo olvidar!
Cuando en mis errantes pasos peregrinos,
la Isla Dorada me ha dado un rincón
do soñar mis sueños, encontré los pinos,
los pinos amados de mi corazón.
Amados por tristes, por blandos, por bellos.
Por su aroma, aroma de una inmensa flor,
por su aire de monjes, sus largos cabellos,
sus savias, ruidos y nidos de amor.
¡Oh pinos antiguos que agitara el viento
de las epopeyas, amados del sol!
¡Oh líricos pinos del Renacimiento,
y de los jardines del suelo español!
Los brazos eolios se mueven el paso
del aire violento que forma al pasar
ruidos de pluma, ruidos de raso,
ruidos de agua y espumas de mar.
¡Oh noche en que trajo tu mano, Destino,
aquella amargura que aún hoy es dolor!
La luna argentaba lo negro de un pino,
y fui consolado por un ruiseñor.
Románticos somos... ¿Quién que Es, no es romántico?
Aquel que no sienta ni amor ni dolor,
aquel que no sepa de beso y de cántico,
que se ahorque de un pino: será lo mejor...
Yo, no. Yo persisto. Pretéritas normas
confirman mi anhelo, mi ser, mi existir.
¡Yo soy el amante de ensueños y formas
que viene de lejos y va al porvenir!