La Naturaleza aborrece los engaños
Galileo Galilei.
En los últimos años parece haber crecido la conciencia ambiental. Parece que se le ha dado más importancia al medioambiente. Al menos en discursos y colores. Que por fin entendimos que los recursos naturales no son infinitos y que comprendimos que los impactos sobre el medioambiente se revierten sobre quienes los provocamos.
Creyendo en esto, soñé que viajaba por las carreteras de un maravilloso país, entre lagos y volcanes, ríos y bosques, llanos y montañas. Vi pasar ante mí, imágenes verdes, ríos transparentes como el agua de “Los Encuentros”, de San Rafael del Norte (ojalá aún sea transparente). Y volar aves blancas en el cielo azul del valle de Sébaco; un olor a madroño perfumaba los arrozales. Cuando viajaba por una muy buena carretera… la más bella que conozco, desfilaron ante mí, flores, frutas y hortalizas de todos los sabores, colores y olores. Vi nuevamente el quetzal y el guardabarranco. Y sentí la brisa fina y el viento frío. Y volví a ver la neblina. El olor de los pinos me embriagó otra vez. Miré enredaderas que desgajaban sus ramos y barrancos por donde se deslizaban las cascadas de fuentes puras y trepaban los helechos. Espigas que se desgranaban en maíz.
Y cuando iba sobre el ancho río vi las lanchas llenas de frutas y las caras morenas llenas de esperanzas. Y ballenas en las áreas protegidas del Pacífico. Y en la mesa, los niños, con sus caritas muy limpias y su gallopinto de cada día, tomando leche para después ir a la escuela. No sé si mis imágenes eran enredaderas...Era como si la humanidad de verdad tomara conciencia ambiental. Todo se pintó de verde: las leyes, los tratados, los acuerdos, los presupuestos; los que arrasan con lo verde, las empresas contaminantes que manchan la claridad del agua y arrancan el azul del cielo, y la salud ¡y la vida! Todo parecía tan verde. Era como una depresión tropical que moja todo.
Entonces desfilaron también ante mis ojos, y se tornaron verdes, el libro sobre el Cafta, los pactos, las mansiones, las maquilas, las sierras asesinas de lo verde; las minas, el nemagón, la industria y el comercio, las gasolineras, los residuos. Hasta nos uniformamos de verde. Y la comunicación se tornó verde. Inclusive los altos decibeles danzaban como luces verdes en los night club. Pensé: nadie podrá decir que no somos amigables con la naturaleza.
Y la radio informaba que ahora la guerra para prevenir el terrorismo será ecológica, con armas sin tóxicos, para no destruir el medio ambiente; silenciosas, para no crear pánico. Nadie sabrá de dónde vienen las bombas. Ninguno se correrá. Y moriremos sin estrés. Ya no será como los bombardeos que sentí en Estelí, que me electrizaban la columna. Será una guerra amigable con el medioambiente. La puntería será perfecta, sólo morirán los que deban morir y la Tierra quedará intacta Para los héroe$ verdes.
Todo se vistió de verde, tanto que ni nos dimos cuenta. Y cuando busqué las hojas de los árboles, eran sólo pedazos de pintura verde. Nos vimos a los ojos, y eran verdes. Verdes reflejos. Quisimos comer y todo estaba verde. Éramos iguales, la equidad vino con el desarrollo sostenible. La pobreza desapareció. Los niños y las niñas murieron verdes.
Desperté con el ruido del night club, una guerra de cada día, que nos roba la paz de cada noche. Todo estaba oscuro en mi mente, y era de día. Y retumbaba el ruido. Me quedé verde, pálida, amarilla, con tanta mentira. Y entonces todo estaba tan claro. Los contaminadores y depredadores no requieren de licencias, sólo se pintan de verde y contribuyen con papeles verde$ para esquivar la ley.
Y reflexioné: el medioambiente no es oportunismo ni es chantaje. No es una moda. No es un juego ni una broma. El medioambiente es una realidad que nos involucra a todos y a todas. En serio y con urgencia. Con sensibilidad y “con-ciencia”. Es minimizar los residuos para que la tierra no se ahogue y el mar no se rebase. Es dejar el consumismo de hoy para que otros consuman mañana. ¡Y ahora! Es producir con responsabilidad y compartir con equidad. Es no contaminar el aire, defender las costas, proteger el bosque, el suelo. Salvar el agua para salvarnos: ¡no destruir la vida! para vivirla y que otros también la vivan.Entonces, todo debería estar enverdeciendo de verdad. Y la demagogia debería ir a los basureros.
No sé si me estresó el ruido amanesquero o las engañosas mentiras en mi sueño. Luego pensé que sí, que hay gente que de verdad hace reverdecer la naturaleza. Ésa es la verde esperanza que, junto con el agua que aún llega al baño de mi casa, me renovó después del sueño.Ojalá que el desarrollo sostenible y todo lo que esto implica lo empecemos a hacer realidad ya. Todos y todas.