Doraldina Zeledón Úbeda
¿Puedes venderme lluvia,
el agua que ha dado tus lágrimas
y te moja la lengua (...)
o una lengua de mar, tal vez un lago,
cien dólares de lago?
Nicolás Guillén
¿Alguna empresa podría venderme cien córdobas de lago limpio, sin ruidos ni olores y sin sabor a plástico; antes bien, con frescor, belleza y música natural? Acabamos con el producto y lo trasformamos en recurso natural no renovable. Además, el agua no es para ser vendida, es un derecho natural inherente al derecho a la salud y a la vida, que debe ser protegido por el Estado.
Según la Ley de Defensa de los Consumidores, dentro de los derechos del consumidor están la protección de la salud y seguridad en el consumo de bienes y servicios (artículo 12-a), un trato equitativo (12.d) y la preservación de un medio ambiente adecuado que garantice la preservación y desarrollo de los recursos naturales (12. i).
Sin embargo, generalmente consumimos bienes y servicios que afectan la salud y el medio ambiente, como el transporte público urbano e interurbano, debido a las emanaciones de dióxido de carbono y ruido, a las verduras contaminadas con plaguicidas; o a las lanchas que contaminan las lagunas, las embarcaciones que contaminan los ríos y mares, inclusive con el ruido que afecta a la fauna acuática.
Y no sólo deberíamos velar por que el ambiente y los productos sean saludables, sino que se utilicen de forma racional y equitativa. Con el abuso de los recursos por parte de unos pocos, a la mayoría le queda casi nada para consumir, como en el caso del agua.
Mientras unos tienen pozos, tanques, piscinas y playas; otros deben comprar el balde de agua, además de pagar los recibos por el servicio que no reciben. Mientras unos pasan horas refrescándose bajo la ducha; otros pasan horas caminando o haciendo fila bajo el sol para conseguir un poco de agua, o pasan horas bajo la luna esperando que llegue un chorrito de agua en la madrugada. Habría que normar una cantidad máxima de su consumo en piscinas, empresas industriales, agrícolas y de servicios, así se verían obligados a ahorrar, por ejemplo, en las gasolineras, evitando el lavado de carros con mangueras, que además hacen un ruido ensordecedor.
Los consumidores podríamos contribuir mucho a la preservación del medio ambiente y de los recursos naturales, exigiendo no sólo que el producto final sea saludable, sino que los procesos de producción, comercialización y almacenamiento no contaminen el ambiente ni desperdicien los recursos. Porque no es sólo el producto final el que acaba con ellos, también el proceso de producción, que a veces gasta más de lo que se requiere, como los regadíos que pueden acabar una fuente de agua, no sólo porque la contaminan, sino porque extraen más de lo necesario.
En el proceso de comercialización, durante el traslado de los productos o en el almacenamiento se pierden muchos o se deterioran. En la comercialización también se violan los derechos, porque el ambiente en los establecimientos no es saludable, como en restaurantes, tiendas, actividades de ocio, donde generalmente hay mucho ruido y humo de tabaco.
Además, podemos contribuir con el medio ambiente, consumiendo menos. Hay productos que no son necesarios para la calidad de vida, sino todo lo contrario, como licores, gaseosas, cigarrillos, que consumen recursos naturales y cuyos procesos de producción contaminan. Hay productos y servicios que podemos utilizarlos menos, como desinfectantes, detergentes, que contaminan el agua. También podemos economizar el agua, cerrando el grifo cuando nos lavamos los dientes o regar sin manguera. El problema es la desigualdad y el sistema, a unos les falta todo, y otros derrochan, porque “mientras no consumen no existen”.
Otra forma de contribuir con el medio ambiente es reutilizando o reciclando, esto contribuye a una menor producción de residuos y menos consumo de materia prima. Por ejemplo, el tratamiento de las aguas residuales, cada industria o servicio debería retornar descontaminada el agua que utiliza. También es necesaria una clasificación de los residuos, lo cual podríamos hacer desde el hogar, la oficina, la industria, separando lo que todavía puede ser útil mediante el reciclaje.
En síntesis, además de exigir un buen producto o servicio, deberíamos velar por que no se abuse de los recursos naturales y no se deteriore el medio ambiente. Por ejemplo, no comprar pollos de una granja que contamina, o no comprar ropa de una fábrica que tira el agua residual al vecindario. No subirse a un bus ruidoso, a un taxi que suene la bocina sin necesidad. Hacer uso racional de insecticidas, abonos, artículos de cuero, madera, cuyas industrias, además de contaminar, arrasan con los recursos naturales. Podríamos hacer una campaña para el uso del papel a doble cara, sobre todo en algunas universidades, donde la cultura de la fotocopia es muy fuerte. Así ahorraríamos árboles, necesarios para el mantenimiento de las fuentes de agua. Y una campaña para que las empresas, nacionales y transnacionales, no contaminen ni embotellen nuestros ríos, lagos y lagunas y demás recursos naturales.
Pero si nos quedamos de brazos cruzados, pronto estaremos sin nada para consumir: sin luz, sin lago, sin río, sin gallopinto y sin un vaso de agua para el pinolillo, y con más niños y niñas desnutridos, enfermos y muertos por falta de alimentos y de salubridad; mientras los que consumen demasiado mueren de tanto comer o consumen medicinas para adelgazar.
El Nuevo Diario. Managua, Nicaragua - Jueves 23 de Marzo de 2006
¿Puedes venderme lluvia,
el agua que ha dado tus lágrimas
y te moja la lengua (...)
o una lengua de mar, tal vez un lago,
cien dólares de lago?
Nicolás Guillén
¿Alguna empresa podría venderme cien córdobas de lago limpio, sin ruidos ni olores y sin sabor a plástico; antes bien, con frescor, belleza y música natural? Acabamos con el producto y lo trasformamos en recurso natural no renovable. Además, el agua no es para ser vendida, es un derecho natural inherente al derecho a la salud y a la vida, que debe ser protegido por el Estado.
Según la Ley de Defensa de los Consumidores, dentro de los derechos del consumidor están la protección de la salud y seguridad en el consumo de bienes y servicios (artículo 12-a), un trato equitativo (12.d) y la preservación de un medio ambiente adecuado que garantice la preservación y desarrollo de los recursos naturales (12. i).
Sin embargo, generalmente consumimos bienes y servicios que afectan la salud y el medio ambiente, como el transporte público urbano e interurbano, debido a las emanaciones de dióxido de carbono y ruido, a las verduras contaminadas con plaguicidas; o a las lanchas que contaminan las lagunas, las embarcaciones que contaminan los ríos y mares, inclusive con el ruido que afecta a la fauna acuática.
Y no sólo deberíamos velar por que el ambiente y los productos sean saludables, sino que se utilicen de forma racional y equitativa. Con el abuso de los recursos por parte de unos pocos, a la mayoría le queda casi nada para consumir, como en el caso del agua.
Mientras unos tienen pozos, tanques, piscinas y playas; otros deben comprar el balde de agua, además de pagar los recibos por el servicio que no reciben. Mientras unos pasan horas refrescándose bajo la ducha; otros pasan horas caminando o haciendo fila bajo el sol para conseguir un poco de agua, o pasan horas bajo la luna esperando que llegue un chorrito de agua en la madrugada. Habría que normar una cantidad máxima de su consumo en piscinas, empresas industriales, agrícolas y de servicios, así se verían obligados a ahorrar, por ejemplo, en las gasolineras, evitando el lavado de carros con mangueras, que además hacen un ruido ensordecedor.
Los consumidores podríamos contribuir mucho a la preservación del medio ambiente y de los recursos naturales, exigiendo no sólo que el producto final sea saludable, sino que los procesos de producción, comercialización y almacenamiento no contaminen el ambiente ni desperdicien los recursos. Porque no es sólo el producto final el que acaba con ellos, también el proceso de producción, que a veces gasta más de lo que se requiere, como los regadíos que pueden acabar una fuente de agua, no sólo porque la contaminan, sino porque extraen más de lo necesario.
En el proceso de comercialización, durante el traslado de los productos o en el almacenamiento se pierden muchos o se deterioran. En la comercialización también se violan los derechos, porque el ambiente en los establecimientos no es saludable, como en restaurantes, tiendas, actividades de ocio, donde generalmente hay mucho ruido y humo de tabaco.
Además, podemos contribuir con el medio ambiente, consumiendo menos. Hay productos que no son necesarios para la calidad de vida, sino todo lo contrario, como licores, gaseosas, cigarrillos, que consumen recursos naturales y cuyos procesos de producción contaminan. Hay productos y servicios que podemos utilizarlos menos, como desinfectantes, detergentes, que contaminan el agua. También podemos economizar el agua, cerrando el grifo cuando nos lavamos los dientes o regar sin manguera. El problema es la desigualdad y el sistema, a unos les falta todo, y otros derrochan, porque “mientras no consumen no existen”.
Otra forma de contribuir con el medio ambiente es reutilizando o reciclando, esto contribuye a una menor producción de residuos y menos consumo de materia prima. Por ejemplo, el tratamiento de las aguas residuales, cada industria o servicio debería retornar descontaminada el agua que utiliza. También es necesaria una clasificación de los residuos, lo cual podríamos hacer desde el hogar, la oficina, la industria, separando lo que todavía puede ser útil mediante el reciclaje.
En síntesis, además de exigir un buen producto o servicio, deberíamos velar por que no se abuse de los recursos naturales y no se deteriore el medio ambiente. Por ejemplo, no comprar pollos de una granja que contamina, o no comprar ropa de una fábrica que tira el agua residual al vecindario. No subirse a un bus ruidoso, a un taxi que suene la bocina sin necesidad. Hacer uso racional de insecticidas, abonos, artículos de cuero, madera, cuyas industrias, además de contaminar, arrasan con los recursos naturales. Podríamos hacer una campaña para el uso del papel a doble cara, sobre todo en algunas universidades, donde la cultura de la fotocopia es muy fuerte. Así ahorraríamos árboles, necesarios para el mantenimiento de las fuentes de agua. Y una campaña para que las empresas, nacionales y transnacionales, no contaminen ni embotellen nuestros ríos, lagos y lagunas y demás recursos naturales.
Pero si nos quedamos de brazos cruzados, pronto estaremos sin nada para consumir: sin luz, sin lago, sin río, sin gallopinto y sin un vaso de agua para el pinolillo, y con más niños y niñas desnutridos, enfermos y muertos por falta de alimentos y de salubridad; mientras los que consumen demasiado mueren de tanto comer o consumen medicinas para adelgazar.
El Nuevo Diario. Managua, Nicaragua - Jueves 23 de Marzo de 2006